Mayflower nace de un cambio de vida, como la mayoría de los proyectos creativos. Hace unos años, la fotógrafa Bego Solís (Pola de Laviana, Asturias. 1980), decidió dejar su trabajo en publicidad y buscar nuevos horizontes. Debido a ese importante cambio, durante un tiempo se apoderó de ella un miedo que la paralizaba sin motivo aparente, fruto el cual era incapaz de hacer cosas tan sencillas como coger un avión o subirse en el metro. Este cambio fue un punto de inflexión a partir del cual Bego se enfrentó a la vida a través de la cámara fotográfica. También fue el punto de partida para Mayflower, proyecto que le sirvió para superar ese miedo y embarcarse en una aventura de cuatro años (entre agosto de 2010 y agosto de 2014) durante los cuales recorrió gran parte de los Estados Unidos. Mayflower es un viaje de ida y vuelta a un territorio que siempre la ha cautivado tanto por sus paisajes como por su paisanaje.
Como los 102 colonos británicos que en 1620 hicieron el viaje entre Plymouth y la costa este norteamericana, Bego Solís emprendió una aventura que no sabía a ciencia cierta a donde la iba a llevar. Un viaje sin rumbo fijo con el único objetivo de mezclarse con los habitantes de un país que siempre la había fascinado, en una caza fotográfica sutil y potente al mismo tiempo. Una caza en la que la fotógrafa no realiza en ningún momento juicios de valor ni segundas lecturas (aunque seguramente hubiera sido más fácil posicionarse de alguna manera que no hacerlo), Únicamente documenta lo que ve, la cotidianidad que se percibe en un supermercado, en un club, en un establo, en un parque o en las calles de las ciudades y pueblos por los que iba pasando.
Este viaje le sirve a Bego Solís para mirar de frente a la realidad norteamericana, una sociedad que en ese momento está desorientada, pero que se fuerza a sí misma a sonreír, a seguir adelante. Quizás esa positividad sea una de las señas de identidad de los norteamericanos. Bego se encuentra con un realidad llena de misses veinteañeras y seniors (nunca he entendido la obsesión de los americanos por los concursos de misses), de clubs de alterne con chicas untadas en aceite, de carreteras que no se sabe muy bien de donde vienen ni a donde van, de casa unifamiliares con ventanas rojas en cuyos interiores no sabemos que está sucediendo, o de barras de bar siempre repletas de parroquianos y de vasos de bourbon.
Las fotografías de Mayflower son directas como un puñetazo en la boca del estómago. Destilan un realismo inequívoco y lleno de color, en algunas ocasiones incómodo, que nos remite a los cuentos de grandes escritores norteamericanos como Carver, Ford o Foster Wallace. Un trabajo real, sin artificios, que da como resultado una colección de momentos a través de los cuales se puede conocer la realidad y la idiosincrasia norteamericana.
Para esta muestra a cielo abierto, que se puede visitar hasta el 12 de mayo en el patio de Matadero Madrid, la periodista Sabina Urraca complementa las imágenes de Bego Solis con una serie de textos en los que recrea el contexto en el que cada imagen fue captada. Un ejemplo: El camarero miró hacia nosotros y nos entregó la misma cuenta, pensando que éramos amigos. Y así fue como conocí al viejo Sammy, que en paz descanse.
«Mayflower», Bego Solís
Matadero Madrid
Plaza de Legazpi, 8. Madrid
Del el 24 de febrero al 12 de mayo 2017
José Castellano es editor de LaEscena
lemarais.es