Vista de la exposición

Cuatro mil millones de gentes sobre esta tierra,
y mi imaginación es como era.
No se le dan bien los grandes números.
Sigue conmoviéndola lo particular
Wislawa Szymborska

Gira, el mundo gira. Los días se suceden uno detrás de otro. Y los acontecimientos, infinitos, acontecen sin pausa. El cuadro me enseña a rechazar la rueda frenética del tiempo, expresó Balthus en sus Memorias. Su pintura, gestada en el recogimiento del estudio entre meditaciones y silencios, es capaz de captar los fluidos de la vida. Su pintura, concebida en la lentitud del estudio entre pincelada y pincelada, pretende detener el curso del tiempo. Para ello basta con mirar y entrar. ¿Entrar… a qué lugar? Entrar en lo que Rilke llamaba el “Crac”, el país de las maravillas. Esto es, traspasar la superficialidad del mundo y acceder al espacio interior de las cosas y los seres. Ir de lo universal a lo particular, capturar instantes de la vida, aprehender el hecho de que hay muchos milagros cotidianos tal y como reza el verso de otro poema de Wislawa Szymborska.

En la pintura de Juan Fernández la vida se abre camino y los milagros cotidianos marcan el paso del tiempo mejor que un reloj. Un tiempo propio que queda atrapado en cada lienzo. ¿Qué son los milagros cotidianos? Acciones insignificantes en la Historia universal pero imprescindibles en la Historia particular de cada individuo. Lo importante es aquello sin importancia. El valor que tiene nuestro mundo más inmediato, la rutina del día a día. En las experiencias aparentemente irrelevantes del entorno cotidiano se encuentra el sentido de la vida. Álvaro Galmés Cerezo en su libro Morar. Arte y experiencia de la condición doméstica indice al respecto: Lo que verdaderamente somos solo se puede manifestar en la cotidianeidad, no tenemos otras vidas para desplegar nuestra esencia, vivimos en el ámbito de lo ordinario si grandes sobresaltos ni novedades, nuestra existencia está hecha de repetición. Pero a partir de esta reiteración se generan los hábitos y, por tanto, es allí donde debemos buscar el significado de nuestras vidas. A través de las horas, los días, meses y años, vamos generando un universo de costumbres en el cual, si rebuscamos con cuidado, podremos encontrar un sentido original en cada gesto, en cada idea y en cada emoción.

La vida común y corriente está cargada de significados personales. A partir de lo trivial y lo anecdótico construimos y consolidamos nuestra existencia. En el ensayo La resistencia íntima Josep María Esquirol incide en que lo humano no espera manifestarse sólo en la región superior de la acción política o del pensamiento contemplativo, sino que lo hace ya -y con parecida intensidad- en el gesto cotidiano. Lo cotidiano es una importante modalidad dentro de su filosofía de la proximidad que es aquella que busca el enraizamiento en el día y sus gestos, el enraizamiento en la compañía cotidiana, el enraizamiento no en los elementos impersonales, sino en la calidez humana. La obra de Juan Fernández también anhela el enraizamiento en el país de las maravillas de su esfera cotidiana logrando ese “Crac” rilkeano mencionado por Balthus. Su pintura es una pintura de proximidad. Con cada trazo y cada color infunde en sus lienzos una capa de intimidad cargada de nobleza. Es pura pintura y pura vida.

Exposición de los ganadores del Certamen Nacional de Arte de Luarca 2019
Juan Fernández y Mónica Dixon
Sala Borrón (C/ Juan Benito Argüelles 2, OViedo)
Hasta el 16 de octubre


Natalia Alonso Arduengo
 es crítica de arte y comisaria independiente