Miquel Molins Nubiola (Barcelona, 1953) es profesor titular de arte contemporáneo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Investigador y comisario de largo recorrido, fue director del MACBA entre 1995 y 1998 y en la actualidad preside la Fundación Banco Sabadell y la Fundación Banco Herrero. La semana pasada inauguró en la sala de exposiciones SabadellHerrero la muestra Estancias, una selección de la obra nueva de la colección del banco que se podrá ver en Oviedo hasta el ocho de enero. Aprovechamos su paso por la región para hablar del aquí y ahora del arte contemporáneo en España.
– La reorganización del sistema financiero, la crisis, el contexto general han dejado tocada la inversión en arte y cultura por parte de instituciones y fundaciones. ¿Qué misión han de tener en este momento y en este país fundaciones como la del Banco Sabadell-Herrero?
– No puedo responder de forma general. Pero sí puedo decir que en nuestra fundación tenemos una misión que abarca dos grandes ámbitos, la difusión de la cultura y el talento. Nuestra labor gira en torno a ese talento y la promoción y difusión de la cultura en el sentido más amplio. Y no me refiero a la cultura sólo en el sentido patrimonial, sino en el sentido de la relación entre las personas.
– En el caso de su fundación, llama la atención el compromiso con el arte contemporáneo, no tan frecuente.
– Seguramente hay ahí un sesgo personal, porque sigo siendo profesor de arte contemporáneo, y en algo se ha de notar. Pero aparte de mi backup, la concepción de la colección está muy pensada en la propia modernidad del banco, en esta vocación por la innovación, también financiera. Creo que se ha ido actualizando con la propia actualización del banco.
No veo sensibilidad ni preocupación hacia el papel de la cultura en las nuevas políticas, quizá sea una cuestión de prioridades
– Con la irrupción de las nuevas políticas, y supongo que esto se nota más incluso en Cataluña ¿no echa en falta nuevas ideas sobre las políticas culturales?
– En eso estaría de acuerdo, en que no hay esa visión de políticas culturales. No sé si es una cuestión de prioridades, pero no veo sensibilidad ni preocupación hacia el papel de la cultura, no sólo del arte, como elemento de transformación de la sociedad. No sé si es un problema de estar demasiado enfocados en la política y poco en la cultura.
– Salen los finalistas de los Turner, la puerta-culo de Anthea Hamilton, por ejemplo, y a uno le da la sensación de que la capacidad de provocación del arte contemporáneo ya ha sido totalmente asimilada por el sistema. ¿Le parece?
– La asimilación es total, y los Turner llevan implícita esta idea, que al final atrae más al público. En realidad es una gran operación de márketing. El arte está cargado de sublimación y al final la capacidad de provocación es poca. Pero el problema no es ese, es de educación. Se ha de recuperar esta mayoría de edad, una idea que deriva tanto de la ilustración. Espectadores críticos en el sentido de ilustrados, con juicios propios ante las obras. Pero buscar el escándalo como forma de promoción me parece una banalización. Los agentes culturales han de preocuparse por el rigor. Por eso en la colección del banco hay un componente decorativo y de belleza. No me importa hablar de eso, de decoración, de belleza. Que las obras de arte sean bellas, agradables, es algo que no me da vergüenza.
– Hablando de polémicas, y ya que usted estuvo también al frente del MACBA y ahora pertenece al patronato. ¿Qué le pareció todo el asunto de censuras y dimisiones en torno a la muestra La bestia y el soberano del año pasado?
– Ese algo que forma parte del sistema del arte y me interesa poco hablar de esas cosas. Los museos a veces actúan como cajas de resonancia, pero estos problemas suceden en todas partes, y se acaba convirtiendo en noticia lo que por otra parte puede ser lógico, el hecho de que hay que poner ciertos límites y que no es fácil respetar el compromiso con una institución y la propia libertad del arte. Pero, bueno, creo que somos transcendentalmente exagerados. En esto y en el fútbol.
– ¿Cuáles son, por tanto, los problemas reales de estos museos?
– El problema de los museos de arte contemporáneo es pensar la contemporaneidad y hacerla compatible con la idea de museo, que ya casi es como un oxímoron. Este es el problema, y lo que sucede es que cada vez hay una cultura que se expresa menos en las instituciones. Y hay algo crítico en pensar que todo eso ya no cabe en la institución. Ese es el debate serio, aunque a veces damos más importancia a otras cosas, como si en vez de hablar de investigación habláramos de las riñas entre científicos.
– ¿La mediación, entonces, es el camino?
-Sí, la función esencial es la educativa, que es ver el mundo o repensar los mundos.
Chus Neira es periodista
@chusneira