Todo en mi vida llegó tarde, salvo el aburrimiento, que estuvo en mí desde el principio.
El tedio.
No aspirabas a volver con nada de la ciudad a la que fuiste esta mañana, te bastaba, supongo, una revelación, alguna conclusión súbita que te convenciera de lo que fuese. Pero lo pretendido no importa, no más allá del discurso, de la disposición de los anhelos.
Escribir es describir lo que se desconoce.
El mundo abandonado. Título.
Razonar asombros, el arte del ensayo según Juan Villoro.
La sombra es siempre llevada.
Todos los goles hermosos se parecen porque antes fueron ejecutados en el pensamiento de los aficionados.
Durante el paseo algo cae sobre uno y a ver, la hija que le ajustaba la peluca a su madre frente a la tienda de paraguas, la empleada de correos y su que tengas éxito cuando le entregaste tus manuscritos, el gordo que dio la impresión de sorprenderse al tener que frenar para que cruzaras en el paso de cebra: es lento quien tiembla, reacciona ante una resistencia inasumible, ante el asentamiento que acaba de ser puesto a prueba. No hay desconcierto igual al del escritor obligado a aceptar que avanzar es acercarse a la fuente; crecer, desprenderse, no incorporar, como siempre creyó. Todo ya disociado: la vieja, la hija, la empleada de correos, el gordo del coche, el tío que hace un momento rebuscaba en uno de los cubos de basura y no levantó la cabeza cuando tú, en zapatillas, dejaste tu bolsa en el cubo de al lado, el registro y el habla sólo para el habla, la voz sin nada sagrado en lo que se pueda encarnar no es voz, es tono. Diluirse o derramarse. Quizá escribir sólo pueda ser eso. Pero no por separado, sino a la vez.
“No es un sombrero, es un asunto sentimental —gritaba una mujer, y a su espalda se oía el bullicio del cóctel—. No es un sombrero, es un idilio.” John Cheever.
Arte es darle a cada cosa la oportunidad de ser algo distinto sin que por ello deje de ser lo que es.
Al cruzar a pie un túnel sientes que lo tuyo de dentro quiere ensancharse a la vez que tu alrededor se recoge en torno a ti como una mano que se cierra.
“Cuando llegué a este lugar estaba intentando alejarme / de todo. Especialmente de la literatura, / de cómo te atrapa y sus consecuencias. / Un deseo en el alma de no pensar. /
De quedarme quieto. Y a la vez / un deseo de ser estricto, sí, y riguroso.” Raymond Carver.
El humor es un oasis y como todo oasis vuelve irreal el resto de las cosas.
Escribe como si no estuvieras escribiendo, como si estuvieras hablando con un amigo de siempre.
Cogeremos todas un edificio, contrataremos un médico y viviremos allí. Oído al mediodía. Narración.
La amargura es lenta.
El tedio.
Cualquier cosa que haya sucedido sucedió mientras alguien estaba haciendo algo. Ese algo es la historia que se debe contar.
“Hoy caminaba por la nieve y encontré un campo de lápidas.
Estaban en hileras, como las semanas en los calendarios.” Conor Oberst.
No hace falta una razón para marcharse. Para volver, sí, pero no para marcharse.
El aburrimiento hace de la posibilidad algo hostil.
El tedio.
“Probablemente seamos las dos personas más cansadas del mundo.” Porto. Gabe Klinger.
La precisión es una combinación de convicción y delicadeza.
«Lo que me parece hermoso, lo que quisiera hacer, es un libro sobre nada, un libro sin atadura externa, que se sostuviera por sí mismo, por la fuerza interna de su estilo, como el polvo se mantiene en el aire sin que lo sostengan, un libro que casi no tuviera asunto o al menos que el asunto fuera casi invisible, si pudiera ser. Las obras más bellas son las que ocupan menos materia, cuanto más se aproxime la expresión al pensamiento, cuanto más se funde con este la palabra y desaparece, más bello resulta. Creo que el futuro del arte está en estas vías.» Gustave Flaubert.
El logro de la imitación no radica en cuánto hayas logrado parecerte al modelo sino en cuánto conserve tuyo el parecido.
El azar es en sí mismo un hecho, el fruto de una unión y no sólo la unión.
Tensión quiere decir que dos fuerzas distintas se sienten con los mismos derechos. La tarea del escritor será encontrar la manera de darle la razón a cada una.
No es tristeza, es la vida despidiéndose de ti.
Pasaste de sentirte el centro del mundo a saberte al margen de él, es decir, envejeciste.
“Los turistas no piensan en quedarse.” La vida de los peces. Matías Bize.
Te estás esforzando.
En cada detalle ves un mundo pero eres incapaz de ver el mundo en su conjunto.
Que tu incapacidad sea un mérito y tu mérito la piedad de alguien.
El tedio.
“El que se asombra ve lo que es de otro modo; el que deja de asombrarse ve sólo lo que es igual; no, no “ve” ni siquiera lo igual, deja de ver del todo; registra sólo; o así: el que ya no se asombra ha perdido los espacios intermedios, o las aberturas por donde se puede pasar.” Peter Handke.
Pensaba y en el pensamiento ganaba cuerpo una imagen: un dedo sobre la esfera de un reloj cubría por un segundo una de las manecillas y así seguía siendo mientras el silencio iba convirtiéndose poco a poco en una forma de lo pleno, revelándose ante sí mismo como algo pese a todo posible, algo cuyo potencial era su potencialidad dejada constantemente atrás.
El tedio.
Esto no da más de sí.
“La actuación es la afirmación de un hombre solo que se rebela.” Mort Sahl.
Cuando añoras la emoción como tú dices añorarla, ¿qué es lo que estás echando en falta realmente?
El desbordamiento, es lo que echo de menos, sólo eso, el desbordamiento.
El tedio.
Claudicaron los músculos tras el pensamiento, incluso el ojo se rindió ante la reubicación constante a la que la falta de descanso le obligaba. La doctora hablaba y tú sonreías, como si intuyeras ya lo que acabas de comprender: que el tiempo que te dieron era en realidad prestado y has empezado a devolverlo.
Chus Fernández es escritor