Bobbie Gentry falleció y no falleció en 2023. Falleció el 6 de mayo en Gainesville, GA, y no falleció el 23 de septiembre no se sabe exactamente dónde. Del primer fallecimiento informó el gainesvilletime.com, sin desmentido posterior alguno; del segundo no fallecimiento lo hizo la necropedia.org, haciéndose eco de un representante oficial de la implicada. Este declaró que Bobbie se encontraba viva y en buen estado de salud y que simplemente había sido víctima de una macabra broma en la red. Su comunicado concluía con la recomendación de que no nos creamos nada de lo que vemos en internet, lo que a estas alturas es como pedirnos que suspendamos toda creencia que escape a nuestro campo visual más inmediato.
La verdad es que este tipo de «no episodios» – muertes, nacimientos, emparejamientos, separaciones… fake (como podrán suponer, lo de fake news no gusta a FundéuRAE™, ni siquiera con cursivas, prefiere noticias falsas o falseadas) – ya no debería sorprendernos con relación a nadie. La densa tela de araña que media entre nuestras pantallas y la realidad (presuntamente) consumada dificulta cada vez más la distinción entre esta y otras realidades falsificadas por dios sabe qué extraños intereses. Además, deben sorprendernos menos aún con relación a quienes, como la evasiva Bobbie Gentry, compositora y cantante aún viva no se sabe exactamente dónde – algunos la sitúan en Memphis, TN –, han llevado vidas envueltas de misterio. O algo lo bastante parecido, porque, a veces, las apariencias engañan y lo que llamamos misterio es pura fatalidad o simple lógica.
Algo que siempre me ha intrigado con relación a Bobby Gentry es la habitual mención a su ascendencia portuguesa en casi cualquier entrada de internet que uno consulte sobre ella. En alguna se afirma que sus padres, Robert Streeter y Ruby Lee Shipman, eran portugueses; otras no aventuran a qué generación remiten los ancestros lusos de la cantante. Yo he retrocedido en el tiempo todo lo que me han permitido las fuentes de internet y, la verdad, ni de uno ni de otro lado encuentro nombres familiares remotamente lusitanos o con apariencia de ser adaptación de algún nombre portugués. Lo más aproximado que he visto es una Lavina Martin, que sería, creo, tatarabuela por vía materna. Hace veinte años, un fan portugués lanzó desde un fórum dedicado a la cantante la siguiente pregunta: «Do you know something about her Portuguese ancestry?» (Ode to Bobbie Gentry Message Board, 07.03.03). El interesado manifestaba además su extrañeza, porque el de Mississippi (aka Estado de la Magnolia), donde nació y pasó la artista sus primeros años, es el estado de la Unión que tradicionalmente ha tenido la comunidad portuguesa más exigua de todo el país (actualmente, el 0.04%, frente al 7.61% de Rhode Island, la más numerosa). Su pregunta no obtuvo respuesta ninguna. Yo, por darle un poco de vidilla al asunto, se la transmití tal cual a ChatGPT™ de Openai©, que me devolvió ipso facto la siguiente respuesta:
Bobbie Gentry, the American singer-songwriter known for her hit song «Ode to Billie Joe», has been relatively private about her personal life and ancestry. While there may be some information available about her family background and heritage, it is not widely documented or discussed in public sources.
If you have specific questions about her Portuguese ancestry, I recommend conducting further research using genealogical records, family history resources, or biographical sources to see if there is more information available. Keep in mind that details about private individuals’ ancestry may not always be readily accessible in the public domain.
Por si acaso, repetí la pregunta con el nombre de bautismo de la cantante (Roberta Lee Streeter). Con ligeras variaciones de estilo, respondió lo mismo. Vamos, que ni idea.
¿Será la ascendencia portuguesa de Bobbie Gentry, como su óbito del 23.09.23, un bulo? ¿Un ocasional desliz que, tal vez, por el peculiar encanto de una secreta conexión entre Amália Rodrigues y la de Mississippi, entre el country – DLE™ obliga a su escritura con cursiva – y el fado – DLE™ autoriza su escritura sin cursiva –, acabó permanentemente incrustada en las semblanzas de la americana que nos ofrece la red? Quién sabe. Tal vez sea, simplemente, una muestra más de lo fácilmente que trasiegan ciertas cosas de unos a otros mundos posibles.
Bobby Gentry abandonó su carrera discográfica en 1971 – su primer disco data de 1967 – y el mundo del espectáculo en 1981. Desde esta última fecha nunca volvió a aparecer en público ni concedió ninguna entrevista, alimentando desde entonces todo tipo de especulaciones sobre su vida y su trabajo, la última de las cuales ha sido precisamente el anuncio de su muerte el 23 de septiembre de 2023. De Bobbie Gentry sabemos que fue una de las primeras mujeres en componer, interpretar y producir discográficamente su propia música (aunque no siempre aparezca acreditado). Diseñaba además todo su vestuario y se encargaba personalmente del concepto gráfico de los discos. A finales de los años sesenta, algo así era totalmente desconcertante para los ejecutivos de la industria discográfica, casi tanto como el estilo de la artista, que no acababan de encajar bajo ninguna de las casillas de la taxonomía musical del momento (¿folk? ¿country? ¿pop? ¿psicodelia?). A finales de los setenta, la manera de trabajar de Bobbie se denominó «do it yourself» (aka DIY, aka punk) y se elevó a la categoría de actitud de vanguardia. A ella le sirvió de poco. Todo esto, a lo que se puede sumar una belleza física que ha sido descrita como intimidante, seguramente hizo posible que la incontestable calidad de sus canciones (empezando por el contundente hit – paso de consultar el FundéuRAE™ – de 1967 «Ode to Billie Joe», una cinematográficamente detallada historia de suicidio) burlase temporalmente los conservadores reflejos de la ultramasculinizada casta de los productores y ejecutivos discográficos.
Sin embargo, Bobbie llevó demasiado lejos su entrometimiento. La reacción y las dificultades no se hicieron esperar mucho. Se intentó rebajar su brillo presentándola como la típica artista femenina que aporta voz y belleza al verdadero talento y competencia musicales de equipos masculinos de compositores y productores. También reduciéndola a la condición de réplica en un dúo compartido con Glen Campbell. Hasta que consiguieron que en 1971 perdiese todo el interés por su carrera discográfica. En el mundo del espectáculo, primero en la televisión británica y más tarde en los casinos de Las Vegas, parece haberse replicado el mismo patrón. Demasiada iniciativa (aka territorio) robada a los santos varones de la maraña musical y del entretenimiento. De todos modos, su prematura y definitiva retirada de los escenarios en 1981 se debió a las exigencias del nacimiento de su primer hijo y de los cuidados a un marido relativamente joven pero fatalmente enfermo. Es decir, a ese tipo de cosas que se suponía por entonces obligación para una mujer y que acabó por frustrar en tantísimos casos la consumación de un modelo de carrera artística – de hecho, casi cualquier modelo de carrera profesional – claramente cortado por un patrón masculino. Al final, la fulgurante carrera musical de Bobbie Gentrie y su misteriosa retirada no fueron más que business as usual: incompatibilidad con un modelo de carrera musical hecho a la medida de los hombres.
El paso (y el peso) del tiempo ha conseguido compactar una carrera discográfica de un lustro en poco más que ese éxito fulgurante que fue «Ode a Billie Joe», convirtiendo a Bobbie Gentry en un ejemplo de eso que se conoce como un one-hit wonder – cantante de un solo éxito, recomiendan nuestros siempre atentos amigos de FundéuRAE™; sí, he vuelto a caer en la tentación–. Pero eso supone soslayar nada menos que The Delta Sweete, un álbum de 1968 para el que la enciclopedia allmusic.com acuña el maravilloso calificativo de trippy psychedelic-Americana y que, hagan el favor de creerme, está entre lo mejor de lo mejor de la música del momento – por tanto, entre lo mejor de lo mejor de la historia de las músicas pop –. A Bobbie Gentry, no tengo la menor duda, le sobró su condición de mujer para que su «almost impossible disappearing act» – como lo califica un buen reportaje de Bob Stanley en The Guardian (17.10.2018) – la transformase en un mito a la altura de Gene Clark (The Byrds) o Gram Parsons (Flying Burrito Brothers), por referirme tan solo a dos artistas geniales con cuyo estilo, altura y destino consigo relacionar la música y la vida de Gentry.
Para algunos, morir joven dejando atrás un hermoso cadáver fue la fórmula para transformarse ellos en leyenda y su obra en referente musical indiscutible, amén de motor de toda una industria generadora de pingües (crasos, gordos, mantecosos, abundantes, copiosos, fértiles) beneficios. Por alguna razón que no alcanzo a comprender, la industria musical replica sistemáticamente esta pauta cuando se trata de hombres – sí, están ahí Janis Joplin y Amy Winehouse, pero piensen en cuántas veces confirman sus excepciones que se trata de una regla con un abrumador sesgo masculino –, sin conseguir articular nada semejante (seguro que mucho más lucrativo que el arrinconamiento y el olvido) cuando se trata de mujeres que sencillamente se apartan de la carrera musical cuando chocan con una carrera diseñada a la medida de los hombres.
Quién sabe si quien mató virtualmente a Bobbie Gentry el pasado 23 de septiembre no lo hizo por algún extraño tipo de electromaldad, sino por resarcirla del oprobio que supone su silenciamiento y que The Delta Sweete, o los también fantásticos Local gentry (1968), Touch’em with love (1969) o Fancy (1970), no se cuelen sistemáticamente entre los mejores discos de la década prodigiosa y hasta entre lo más prodigioso de cualquier década.
Recomendación. Además del obligado The Delta Sweete, no eludan la recreación de este álbum por los deliciosamente sofisticados Mercury Rev (Bobbie Gentry’s Delta Sweete revisited, 2019), para el que los de Buffalo, NY, reclutaron a artistas de la magnitud de Laetitia Sadier (Stereolab), Hope Sandoval (Mazy Star), Vashti Bunyan, Beth Orton, etc. Un regalo para Bobbie y un regalísimo para nosotros.
Guillermo Lorenzo
Dpto. Filología Española, Área de Lingüística General. Universidad de Oviedo