Demasiado tiempo ausente y ya tocaba. Asturias no se encontraba con Pablo Llorca desde hace muchas películas, y digo películas porque las suyas sirven para contar los años. Desde hace casi veinte, produce dirige y distribuye un proyecto anual y la presente década es la de “El mundo que fue y que es”, “Recoletos, arriba y abajo”, “Un ramos de cactus”, “El gran salto adelante” o, “País de todo a cien”. Unos años en los que se centró en la urgencia de retratar problemas que afectan a cada persona, pero también al resto de la sociedad, hablando de lo que nadie habla en el cine nacional, de la España, del aquí y ahora.
Apasionado por la imagen, trabaja con ella en todas sus posibilidades (cortos, largometrajes, ficción y no ficción). Pero hay más, es comisario de exposiciones como la exitosa “Hitchcock, más allá del suspense” presentada el año pasado en la Fundación Telefónica de Madrid y en la que nos proponía un recorrido por la vida del director, sus iconos, los colaboradores que aportaron calidad a su obra, su representación de la mujer, su forma de retratar su época y sus giros de guión. Y reclamado por instituciones como el Museo Reina Sofía, todavía tiene tiempo para programar ciclos de cine, como hizo junto a José Luis Cienfuegos dos años atrás.
En medio de maratonianas jornadas de dieciséis horas de trabajo, Llorca se acercó a Laboral Cineteca para presentar “Días de Color Naranja” estrenada tres meses atrás en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, que se ha convertido en su habitual estación de partida, ya que sus cinco últimas producciones arrancaron, y con gran éxito, en la capital andaluza. Minutos antes de que el público entrara en la sala, LaEscena mantuvo un encuentro con el director en el vacío patio de butacas. Llorca nos habló sobre “Días de color naranja” pero también sobre su nuevo proyecto y su manera de trabajar.
Nos recordó que “Días de color naranja” es un poema de Louis Aragón, convertido en canción por Jean Ferrat y aprovechado por él para titular una película. que retrata los vibrantes momentos de la juventud en los que todo es posible y en los que descubrimiento de la felicidad puede aparecer en un encuentro casual, un viaje o la lectura de un libro. Los protagonistas son jóvenes del siglo XXI, pero es difícil que el resto de su generación sea empática con ellos. ¿Motivos? Saben hablar, sienten pasión por la lectura y en vez de conocerse en un supermercado canario camino de la playa para surfear, lo hacen en un viaje en interrail. Raro, raro. O no tanto si Pablo Llorca nos confiesa que él fue mochilero y viajo tres veces por Europa en interrail allá por los años ochenta, los de la canción de Los Piratas. Así que hay un velado homenaje a los viajes en tren, narrando la vida de Álvaro, un joven que vuelve de exponer en Corea y se queda varado en Atenas por culpa de la explosión del volcán islandés Eyjafjallajökull en 2010.
Ese es el punto de partida de una road movie en la que la juventud, la amistad y el romance son protagonistas de un recorrido en tren y sin rumbo fijo. La película confirma que la distancia real entre dos puntos no es una recta, sino una sucesión de meandros con sus correspondientes paradas. Un recorrido que nos llega a través una mirada joven y luminosa, la del actor Jorge Ferrer, un certero acierto de casting. El director recordó la complicada tarea de selección de los protagonistas, mayoritariamente extranjeros, como la sueca Astrid Menasanch que se convierte en la otra cara de la historia. Y entre el resto del elenco, destaca sin duda, Luis Miguel Cintra, un rostro legendario del cine portugués. Su presencia se apodera literalmente de la pantalla y su escena, es sin duda, una de las más bellas del cine español de 2016.
Y no solo humanos, el libro “Los papeles perdidos del Club Pickwick” de Charles Dickens también adquiere protagonismo, tanto que se convierte en el mcguffin de la película. Cuando lo comienzan a leer, se activa un imaginario reloj que señalará las horas que continuarán juntos a medida que les van quedando menos páginas. Con estos mínimos ingredientes, Llorca cocina una narración clásica muy precisa, tanto en lo estrictamente visual, como efectiva en su montaje y diálogos.
Preguntado por la situación del cine en España y las mayores dificultades para sacar adelante un proyecto, indicó que “las películas de cine han sufrido el proceso de separación social, ahora hay muy pocas películas de clase alta, las producidas por las cadenas de televisión, y luego están las películas de clase baja, como las que yo hago, que son mayoritarias”. Por eso considera una pérdida de tiempo y energía la búsqueda de financiación. ¿Solución? Sacar provecho a las actuales tecnologías y rodar con la rapidez y agilidad de reducidos equipos de personas. “Lo difícil es estrenarlas y poder distribuirlas” recalcó. Por eso valora iniciativas y proyectos como Laboral Cineteca porque le permiten acercarse al público y comprobar en directo sus reacciones.
Y como sus películas ponen nombre a los años, 2017 será recordado como “Ternura y la tercera persona” que terminó de rodar un día antes de llegar a Gijón. Llorca adelantó a LaEscena que la luminosidad de “Días de color naranja” dará paso a una comedia centrada en las relaciones de una familia y su barrio, con una madre sufridora y un padre muy divertido. Los protagonistas son Mario Gas y su hija Miranda. De esta manera, el tren pilotado por el director madrileño continúa avanzado en busca de una nueva dosis de naturalidad contagiosa.
Jose Antonio Vega es colaborador de laEscena
@joseanvega64