El estreno en Asturias (Centro Niemeyer) de la obra, “Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano” fue un rotundo éxito. Con todas las entradas agotadas y una ovación final que duró varios minutos, el público disfrutó con un espectáculo intenso y complicado, que se articula en torno a la palabra. En su manejo, José María Pou, se convierte en un maestro, saliendo y entrando de la piel de Sócrates, marcando el tempo de la acción y moviendo los ritmos escénicos. Sin lugar a dudas, él es el pilar fundamental sobre el que se asienta esta propuesta no sólo por asumir un papel protagonista sino porque Mario Gas ha planteado un discurso escénico muy dialéctico donde sus modos interpretativos se convierten en imprescindible.

La puesta escena se presenta con una aparente sencillez, ya que los elementos espectaculares son mínimos. El espacio se articula en torno a una grada semicircular donde se colocan los senadores-actores. El centro es un espacio vacío, con un volumen mínimo en forma de banqueta y dos bancos semicirculares corridos que cierran el área. Esa sencillez aparente se va haciendo cada vez más compleja a través de la dramaturgia que han elaborado el propio director y Alberto Iglesias. El relato de los acontecimientos no es lineal, avanza y retrocede en el tiempo, se cuenta la condena antes que el juicio, y el mismo juicio se solventa en medio de la tragedia. La acción es mínima, ya que se da voz a cada uno de los personajes a través de sucesivos monólogos que huyen de la acción escénica para convertirse en un ejercicio de retórica. Esas diatribas son de naturaleza diferente. Algunas se refieren a las circunstancias del proceso y mientras que otras perfilan la personalidad del protagonistas. Entre estas últimas, destaca la intervención de su mujer, brillantemente ejecutada por Amparo Pamplona. Desde el mismo patio de butacas, nos desvela la verdadera dimensión humana del personaje, como ha tenido que denunciarlo para que reflexione sobre el vicio del altruismo y un compromiso con la verdad que está arruinando a su familia.

Mario Gas da un paso más en esta desestructuración textual para alcanzar la idea principal que alumbra esta puesta en escena, el distanciamiento. La cuarta pared no existe. Los espectadores forman parte también de ese círculo privilegiado de senadores que juzgan al filósofo. Pero ese protagonismo otorgado al público, no conduce a una identificación directa con los acontecimientos sino a una distancia reflexiva sobre los mismos. Ese distanciamiento brechtiano se sostiene en tres elementos. La obra comienza con un preámbulo donde se cuentan los acontecimientos hablando de ellos en pasado, una especie de advertencia al espectador que se resume en miren lo que les vamos a contar. Al cabo de unos minutos, Sócrates se presenta como personaje pero repentinamente se transforma en Pou actor para pedir a la sala que apaguen los móviles, no hagan fotografías y procuren no toser, ya que los ejecutantes sufren en escena con estos comportamientos. Esto volverá a repetirse al final de la obra. Como segunda pieza de este tratamiento, aparecen numerosos apagones que rompen el desarrollo de la peripecia y como tercera, los personajes hablan continuamente al público subrayando su condición de representación.

Con esta forma de construir su discurso, Mario Gas apela a la capacidad reflexiva del espectador para que sea capaz de advertir a través de la palabra, el valor real del discurso socrático cuyo mensaje ha viajado por océanos de tiempo para alcanzar plena vigencia en nuestros días. Poco importa lo que le haya pasado a Sócrates en el año 399 porque lo realmente ejemplar es su comportamiento, la búsqueda incansable de la verdad, el cuestionamiento permanente del poder, la rebeldía de la independencia y el carácter incorruptible cuyo único Dios es la honestidad. “Permanezco al servicio del Dios de la verdad, la sabiduría de los hombres es poco o nada. Esté donde esté, pase el tiempo que pase, alguien siempre acompañará a la verdad en su camino”. Un mensaje revolucionario e imprescindible en los tiempos convulsos en los que vivimos. Construir un espectáculo desde un núcleo ideológico tan potente, no deja de ser un ejercicio arriesgado, complejo y a menudo tendente al fracaso. Mario Gas y José María Pou consiguen salir airosos del reto y como ejemplo baste señalar la fuerte y respetuosa ovación con que se cerró la obra.

Nota: el próximo día 19 de marzo está obra podrá verse en el Teatro Jovellanos.

“Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano”.
Dramaturgia: Mario Gas y Alberto Iglesias.
Dirección: Mario Gas.
Intérpretes: Jose María Pou, Borja Espinosa, Carles Canut, Guillem Motos, Amparo Pamplona, Ramón Pujol y Pep Molina.
Centro Niemeyer, 4 de marzo. Teatro Jovellanos, 19 de marzo.

Juan Mortera es director teatral
juanmortera@hotmail.com