Fotograma de Truth (James Vanderbilt, 2015)

La relación entre el periodismo y el cine ha dado lugar a películas muy estimables y, especialmente en los últimos años, series de valía. Desde Ciudadano Kane hasta la excelsa quinta temporada de The Wire, por citar dos obras mayores, las peripecias de los periodistas, con más o menos escrúpulos, han iluminado la pantalla. En los últimos meses, dos películas sobre periodismo se han hecho hueco en nuestros cines, motivando en ambos casos sendos debates sobre los límites de la ética y la plasmación fílmica de la profesión: se trata de La verdad (Truth), de James Vanderbilt, y Spotlight, de Thomas McCarthy, aún en exhibición. Dos filmes tan cercanos en su planteamiento inicial como alejados entre sí en sus resultados y, especialmente, en su visión de la profesión periodística.

La película de Vanderbilt, responsable también del guión, se centra en el conocido como “Rathergate”, la controversia que, en plena campaña para la reelección de George W. Bush en 2004, cercenó la carrera del presentador estrella de la CBS Dan Rather y de su productora, Mary Mapes. Una caída propiciada por la incapacidad de ambos para certificar la autenticidad de unos documentos que, de ser genuinos, confirmaban que al presidente le habían enchufado en la Guardia Nacional para evitar que tuviese que servir en la guerra de Vietnam. Un planteamiento que ya había sido explorado, de manera indirecta, en la fallida segunda temporada de la serie The Newsroom en la que, pese a su marcado idealismo, se ofrecía una mirada menos complaciente sobre la profesión.

La verdad cuenta entre sus principales alicientes con una pareja protagonista de calado: Cate Blanchett como Mapes y Robert Redford como Rather. Vanderbilt, por su parte, cuenta en su currículum con un soberbio guión para otra obra mayor del cine periodístico: la majestuosa Zodiac de David Fincher. Pero en el que es su debut como director, Vanderbilt olvida la medida distancia de Fincher al retratar la investigación en torno al conocido en nuestro país como “asesino del Zodiaco”, y toma partido, de manera decidida, por sus personajes.

Articulada en torno a la figura de Mapes, La verdad se escuda en factores vinculados al propio funcionamiento de los medios (la dictadura de los plazos de entrega, el oscurantismo de las administraciones) para exculpar a sus protagonistas de los errores en la investigación sobre los documentos. Después, profundiza en la biografía de la productora, a la manera de un biopic, para reivindicarla como heroína y, finalmente, mártir de la profesión y de la propia libertad de expresión, en un giro obscenamente hagiográfico.

El filme se convierte así en una encendida defensa de la profesión periodística que soslaya una incómoda reflexión: que el escándalo que acabó con la carrera de Mapes y Rather fue un evidente caso de mala praxis profesional. Porque los periodistas nunca pudieron corroborar, de manera fehaciente, la autenticidad de unos documentos que les había proporcionado una fuente poco fiable. Por el camino, además, pierde la ocasión de plantear otra reflexión de calado sobre la pujanza de las redes sociales y cómo el ruido en torno a una noticia, sea intencionado o no, puede desvirtuar por completo una información pertinente.

Spotlight (Thomas McCarthy, 2015)
Spotlight (Thomas McCarthy, 2015)

Pese a recrear también un caso real, el de las informaciones de The Boston Globe que destaparon los abusos a menores, por parte de religiosos, en la Archidiócesis de Boston, el planteamiento de Spotlight es diametralmente opuesto al de La verdad. Escrita y dirigida por Thomas McCarthy –que precisamente interpretaba un papel crucial, el de un periodista trepa que trata de sacar provecho de la noticia sobre un supuesto asesino en serie, en la crucial quinta temporada de The Wire– la película se centra exclusivamente en la investigación periodística.

La vida de los empleados del Globe aparece apenas esbozada, lo que no les resta un ápice de humanidad ni implica que sea secundaria. Porque Spotlight refleja la presión del entorno sobre los periodistas y el deseo de las élites de influir en las informaciones.

Sin apelar a un dramatismo vacuo ni precipitar el desarrollo de la trama, Spotlight reconstruye con pulso firme las investigaciones y acierta al retratar las singularidades de una redacción. Pero además, no excluye la crítica, o para ser precisos la autocrítica, dentro del oficio.

Quizás el momento más relevante del filme se sitúa casi al final, cuando un veterano periodista entona el mea culpa y reconoce que, cinco años antes de que estallase la noticia, ya tenían al alcance de la mano. “Enterré la historia, ni me acuerdo”, afirma el periodista, con pesar. El director, en respuesta, lanza una certera reflexión en torno al oficio de periodista, en las pantallas españolas adulterada por un doblaje poco fino: “A veces es fácil olvidar que pasamos la mayor parte del tiempo tropezando en la oscuridad. De repente alguien enciende una luz y se expande un sentimiento de culpa alrededor…”

Frente al pretencioso martirologio de La verdad, Spotlight muestra a profesionales, a personas que realizan su oficio lo mejor que saben, sin que ello implique que sean infalibles u omniscientes. Entre ellos, algunos, sin duda los mejores, son conscientes de la responsabilidad que conlleva esa labor, y de la ingrata recompensa que les aguarda si logran arrojar esa luz necesaria sobre la intensa oscuridad. Es por esa precisa razón por la que nos gustan tanto las películas sobre periodistas. Y es su enfoque lo que hace de Spotlight un filme pertinente.

Christian Franco es historiador de cine
cfrancotorre@gmail.com