Para Sam Shepard

Toda la mañana leyendo a Bolaño
con la bolsa fría de gel en la zona infectada,
escuchando al azar canciones de los noventa
que, como tantas otras cosas,
sugieren que el único destino real,
algo parecido a una casa,
es el punto de partida;
girando sobre ti mismo en la cama en busca de un lápiz;
tomando notas sin más propósito que el de avistar tras lo distinto lo nuevo,
la quimera de un instante cuya llegada y paso no adviertas,
mientras el dolor te rebaja lentamente, sin vuelta atrás
como se le arranca la piel a una mandarina;
diciéndote que tienes que levantarte y escribir
aunque tú siempre hayas escrito para alzarte, no al revés,
aunque no sepas qué podrías escribir hoy, cuando te levantes,
si en algún momento, a lo largo de este viernes,
que como los brazos de una madre se abre,
te llegas a levantar.

Chus Fernández es escritor