Hubo un tiempo en que Manolo García molaba a mucha gente, muchísima, demasiada quizás. Ligado a él intrínsecamente estaba El Último de la Fila, una de las bandas más brillantes de la historia del Pop español. Pero la carrera de este cantante, compositor y artista total ha sido forjada bajo un halo de autenticidad, discreción y profesionalidad fuera de toda duda. Cuando tocaba a su fin la llamada Movida, un término incorrecto para describir toda aquella nueva ola que surgió a principios de los 80, apareció la banda que formó con Quimi Portet, cimentada desde las cenizas de Los Burros, otra banda ochentera a la que redescubrir.
Y nadie le hizo caso a Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana, un debut publicado por la independiente PDI por el que no parece que pasen los años. Nadie no. Solo Jesús Ordovás, un raro gourmet musical desde la atalaya del Diario Pop, nos dejó escuchar por primera vez aquellas canciones sublimes como ‘Querida Milagros’, ‘Dulces sueños’ o ‘El loco de la calle’.
El Último de la Fila se convirtieron con la publicación de su siguiente disco, Enemigos de lo ajeno en 1986 en mainstream. La culpa, entre comillas, la tuvieron temas como ‘Insurrección’ o ‘Aviones plateados’. Nada estaba planeado, la casualidad, la suerte o como queráis llamarlo, auparon a un grupo modesto a lo más alto.
La gira de aquel disco, que recaló por cierto en la que conocimos como Sala Estilo de Oviedo, fue bastante modesta. Por entonces todavía tocaban en salas de pequeño o mediano aforo ante un público encantado de ver en directo a Manolo y a Quimi.
Después todo se desmelenó. Discos superventas, giras de pabellones, singles sonando por doquier en las radios, atención masiva de los medios de comunicación. Y entonces, como si El Último de la Fila fuera algo distinto, a algunos les dejaron de molar. Eso les ha ocurrido a muchísimas bandas, les está ocurriendo ahora a otras y les ocurrirá a muchas en el futuro.
Lo popular, lo masivo, ya no mola. Pero Manolo García era el mismo tipo comprometido con causas sociales, sin cortarse un pelo a la hora de contestar a preguntas comprometidas. En su carrera en solitario jugó con ventaja. El que sacaba disco era el cantante de El Último de la Fila y la campaña de marketing ya estaba hecha.
Sus disco coparon el número 1 en las listas de ventas, sus giras se llenaron de público como cuando estaba con El Último de la Fila. Y Manolo García seguía siendo un artista con un discurso claro, sincero y que no había cambiado nada.
Todo esto viene a cuenta porque el sábado estuvo en Gijón, a la que le tocó la suerte de ser una de las ocho ciudades en las que recala la primera parte de la gira del disco Todo es ahora. Creo que en este país solo él puede permitirse un alarde de producción como el de estos conciertos, espectacular por poner un calificativo suave, y tener encima del escenario a músicos norteamericanos de tal nivel como los que le acompañan en la primera parte de estos conciertos.
Simplemente por disfrutar de estos músicos con ese currículo mereció la pena rascarse el bolsillo y disfrutar del espectáculo. Allí estaban Gerry Leonard, guitarrista irlandés que trabajó con David Bowie en Heathen y Reality, también hizo la gira de estos dos discos, y The Next Day; detrás de él, a la batería, Zach Alford, con un currículo en el que destacan también David Bowie, Bruce Springsteen o Billy Joel; y al otro lado otro excelso guitarrista, Mark Goldenberg (Jackson Browne, Eels, Chris Isaac, Bonnie Raitt, Willy Nelson). Cierra este cuarteto Jack Daley, bajista de Lenny Kravitz durante 15 años y colaborador de decenas de artistas de primera fila.
Y claro, con ese plantel de primeros espadas no me extrañó del sonido que desgranó Manolo García, a quien vimos coger la guitarra eléctrica en alguna canción, fuera soberbio en un espacio tan difícil de sonorizar como el Palacio de Deportes de La Guía.
Quien se lo perdió y esté leyendo esto quizás se esté mordiendo las uñas. La ocasión era casi única. Y sí, en su última reinvención, Manolo García ha dado una vuelta de tuerca a la propuesta que había mostrado hasta su disco anterior. El repertorio que desgranó casi que dio lo mismo; sí, hizo ‘Insurrección’ y ‘Llanto de pasión’, y los clásicos de su etapa en solitario.
Víctor R. Villar es periodista
@VictorRVillar