Bosque de Hualtacos

Son necesarias exposiciones como «Rituales» de la artista Ana Teresa Barboza, amplían nuestra mirada sobre el arte y abren nuevas perspectivas sobre las posibilidades de la creación plástica contemporánea. Su obra se expone en la Galería Espacio Líquido de Gijón, un proyecto compartido, como viene siendo habitual, con el espacio La Gran de Madrid. La sala se ha visto ocupada por piezas textiles de diversos formatos, una selección de trabajos de esta creadora peruana que, desde hace años, viene destacando en el panorama artístico internacional y, tras su paso por ARCO 2019, está cosechando un merecido reconocimiento en España. No es extraño, la calidad y originalidad de sus propuestas es excelente, y los recursos técnicos impecables, a lo que hay que sumar las reflexiones y el planteamiento conceptual que contienen.

Recuerdo cuando contemplé por primera vez, en esta misma galería, una de sus originalísimas obras, un tapiz híbrido fotográfico-textil en el que la integración de ambas disciplinas era absoluta. Ahora podemos valorar una pieza similar, en «Bosque de Hualtacos» vemos su proceder creativo a partir de una imagen fotográfica de referencia, un lugar concreto de Perú con valor medioambiental, donde este árbol se encuentra en peligro de extinción. Como ocurre en la mayor parte de sus propuestas, las implicaciones ecologistas se suelen fundir con otras de carácter etnográfico, donde las comunidades indígenas, en palabras de la artista «mantienen prácticas textiles tradicionales, como la crianza de ganado para el uso de sus fibras, el hilado a mano, el teñido con tintes naturales o el tejido en telar». La elección de estos espacios naturales no es arbitraria, una orografía específica y unos animales y plantas concretos, configuran la base de su materia prima: lanas, fibras y tintes. Podríamos entender estos singulares tapices como una prolongación artística del lugar, como su traducción plástica. La imbricación entre paisaje fotográfico y paisaje textil es perfecta, la armonía de azules, verdes, marrones y anaranjados no es otra cosa que una hermosa traducción del cielo, la vegetación, las rocas y los ocres de sus tierras.

Son propuestas que responden a una revisión y actualización de técnicas enraizadas en la historia, aunando el carácter funcional con el artístico, e incluso con lo simbólico que pueden llegar a poseer. En este sentido, y al igual que la creadora chilena Cecilia Vicuña, internacionalmente conocida por sus estéticas y reivindicativas instalaciones, nuestra artista se convierte en continuadora y renovadora de una larga tradición. En palabras de Vicuña, «el mundo textil existe por los múltiples significados que contiene, por eso fue el lenguaje simbólico escogido a lo largo del tiempo por las culturas andinas». Estas creadoras poseen sensibilidades compartidas que, más allá de revitalizar procedimientos textiles ancestrales, los convierten en herramientas de reflexión, concienciación y lucha. Recuerdo aquí a la historiadora del arte Rozsika Parker y su libro La puntada subversiva, donde profundiza en el papel histórico del arte textil como contenedor de sabiduría y sensibilidad. Tradicionalmente en manos de mujeres, sus connotaciones sociales, culturales e ideológicas, le confiere valor como arma para la resistencia y la reivindicación y con una indudable capacidad transformadora ante las realidades del mundo.

Vista de la exposición

 

Desde un punto de vista formal, la obra de Ana Teresa Barboza va más allá, trasgrede el concepto tradicional de tapiz como elemento ornamental, planteando sus infinitas posibilidades plásticas y expresivas. Las obras de la serie «Registros vegetales» se separan de la pared ocupando el espacio físico, desdibujando su ámbito convencional. Así ocurre con la pieza dispuesta sobre una estructura de madera, tiene una presencia totémica, y su carácter exento favorece la implicación del espectador. Realizada con hilos de algodón, alpaca y oveja teñidos con tintes vegetales, es soporte de experimentaciones tintóreas con distintas plantas recolectadas por la artista. La experiencia personal, su itinerario vital y creativo, es traducido al lenguaje artístico y, como gran observadora, cartografía el entorno traduciéndolo al hermoso lenguaje textil. La fisicidad de la pieza no solo provoca sensaciones ópticas de forma y color, están implícitos también los valores hápticos que se desprenden de la trama, la urdimbre y el bordado.

A esta misma serie pertenece una obra levemente apoyada en la pared y que, ondulante, se expande en la sala. Se trata de una tela de algodón teñida con tintes de la flor del meijo, planta que posee la particularidad de ir modificando el color de sus flores con el paso de las horas, hecho que queda plasmado en la variedad de tonalidades de su tinte. La integración de diversas técnicas es habitual en su proceder: un conjunto de retazos de telas cosidas crea un mapa del territorio donde el meijo crece en Centro y Sudamérica y un dibujo minucioso con grafito representa la hoja de la planta. En «Registros vegetales», más allá del valor estético, se aúnan el rigor de la investigación y documentación, con la experimentación y la mágica alquimia que, desde siempre, han poseído los tintes y las técnicas textiles. En esta época llena de incertidumbres, en la que el tejido social está profundamente herido, «Rituales» de Ana Teresa Barboza pone en valor la calidad y la autenticidad que el arte, como reflejo de la vida, debe contener.

«Rituales», Ana Teresa Barboza
Espacio Líquido
C/ Jacobo Olañeta, 5, Gijón
Hasta el 15 de febrero de 2023

 

[Artículo publicado en el diario La Nueva España el  26 de enero de 2023]

Santiago Martínez es profesor de Historia del Arte
saguazo@yahoo.es