Silver line on blue II. 2022. Acrílico sobre tela y madera. 41 x 83 x 5.5 cm

Una exposición deslumbrante. La artista Silvia Lerín presenta una propuesta centrada en la poética del color y de la materia. El sugerente título «Road of life» (Camino de la vida) indica el hilo conductor de las nuevas aportaciones que la artista valenciana, actualmente residente en Londres, presenta en la galería Llamazares de Gijón. Solo hay que dejarse llevar por la armonía formal de sus acrílicos y la delicada cadencia de sus colores, y deleitarse con los cuidados y simbólicos títulos, necesarios para un mayor acercamiento a su obra.

Si observamos su trayectoria con cierta perspectiva advertimos, en los primeros años del siglo XXI, cómo su obra estuvo centrada en el análisis de la forma y el color mediante composiciones de apariencia constructivista pero alejadas de su frío rigor geométrico gracias al valor de las texturas y una infinidad de calidades matéricas. Se trataba de obras relacionadas con conceptos básicos en la configuración de sus trabajos: hendidura, fractura, pliegue… y también otros de carácter espacialista que ha seguido desarrollando hasta nuestros días. Obras que conectan con ámbitos sensoriales que traspasan lo puramente visual y potencian un sentido táctil siempre implícito en sus trabajos. Tocando con los ojos, percibiendo la lisura o los efectos aterciopelados y vibrantes, las superficies pulidas o la rugosidad cambiante.

Las referencias al cobre o al bronce y a ciertos efectos metálicos -plateado o dorado- como en «Silver line on blue II» provienen de proyectos anteriores y, en concreto, de la serie «Copper skin» (Piel de cobre), que hace referencia a la singular oxidación que se crea sobre esa superficie metálica y que, como recuerda la crítica de arte Pilar Tébar «podría recordar la decadencia o el abandono del paso del tiempo y la fragilidad de los materiales pero que, lejos de esta idea preconcebida, de esa oxidación, surge una asombrosa y bella gradación tonal, llena de matices, que a la propia artista le recuerda su actual situación personal». Hallamos claras alusiones autorreferenciales y existenciales en todos sus trabajos, más si cabe, en este nuevo proyecto, en ese «Camino de la vida» que señala el título. En este sentido, el pequeño e icónico acrílico «Copper line» (Línea de cobre), contiene una poética reflexión sobre el devenir de la vida a través de un grácil sendero cobrizo que se extiende por la superficie del cuadro. En conjunto, son trabajos que desprenden energía y vitalidad, plantean una hermosa metáfora sobre la madurez a través de la simbología de los metales, sobre el paso del tiempo y esos momentos que, a veces, pudieran parecer el fin y, sin embargo, casi siempre, representan el inicio de una nueva andadura.

Vista de la exposición

 

En una época y un entorno cargados de excesos y banalidades artísticas, es de agradecer encontrarse con obras de tanta calidad como las que Silvia Lerín nos ofrece. Desde un laborioso e introspectivo trabajo, repleto de texturas y transparencias, accedemos hasta un mundo pictórico profundamente emocional, manifestación de sus propios sueños y experiencias.

Su interés por las instalaciones artísticas arranca de 2013 y ha favorecido una mayor imbricación y complicidad de sus pinturas con el espacio; se expanden por los muros o desbordan los límites de los soportes convencionales, encontrando en las posibilidades que ofrecen las gamas cromáticas una gran alianza, extrayendo infinidad de efectos atmosféricos cambiantes. El color es protagonista de esta muestra, con unas tonalidades muy personales que, sin ser amplias, poseen tal cantidad de sutilezas que difícilmente podríamos definirlas. Esta variación tonal se ve enriquecida por el planteamiento dual de la mayoría de las piezas que parecen recrear el concepto clásico de díptico. El carácter binario no contrapone, más bien complementa y estabiliza las generosas superficies pictóricas y campos de color en un perfecto equilibrio. Bandas verticales de pigmentos metálicos articulan cada pieza actuando como eje vertebrador, como «Hom», o árbol de una vida primigenia.

La singular belleza de «Road of life» debe experimentarse en directo, solo así se pueden valorar los infinitos matices que contienen sus pinturas. Desde la geometría latente en la estructura interna de sus obras, los acrílicos de Silvia Lerín se proyectan en libertad mediante un uso magistral del color. Es destacable este hecho, esta confluencia entre lo geométrico y lo poético, esa bella “simetría imperfecta” que otorga enorme personalidad a su trabajo y evidencia el valor del arte como instrumento de comunicación universal.

«Road of Life», Silvia Lerín
Galería Llamazares
Calle Instituto 23, Gijón
Hasta el 9 de julio

 

[Publicado en La Nueva España el día 30 de junio de 2022]

Santiago Martínez es profesor de Historia del Arte
saguazo@yahoo.es