Como si fueran modistos de alta costura, los directores de cine experimental han trabajo y trabajan a mano la mayoría de sus producciones y en muchas ocasiones lo hacen fotograma a fotograma, por lo que la matemáticas les resulta imprescindible en el proceso de numeración y montaje. Por ese motivo, el Festival S8 ha dedicado la edición del año 2018 a la reivindicación del tiempo y la estructura en el cine estructural, desposeído de narrativa y centrado en la forma.
Una cuidada y exquisita programación vuelve a posicionar el evento entre las propuestas más atractivas y arriesgadas del panorama estatal. Proyecciones, exposiciones, instalaciones, encuentros, masterclassses, observatorios y didáctica escolar se dieron la mano desde el arranque, con la presentación de la versión restaurada de “Voices of Light: La pasión de Juana de Arco” de Carl Dreyer con banda sonora en directo, a cargo del Coro y Orquesta Gaos. Toda una declaración de principios.
Acudir al S8, aunque solo sea en versión reducida de dos días, es todo un tsunami visual que puede producir efectos secundarios en la retina de espectadores, incluso prevenidos y predispuestos. Y no es para menos, si hay que enfrentarse a Kurt Kren figura vital en el cine de vanguardia austríaco del período de posguerra. Pero se ha mantenido como un personaje nómada y oscurecido por la presencia más mediática de Kubelka. Sin embargo sus películas estructurales, a menudo filmadas fotograma a fotograma siguiendo tablas y diagramas elaborados previamente, han influido en los cineastas experimentales de las últimas décadas. El Foco a su obra contó con el director y escritor Nicky Hamlyn para presentar las sesiones. En la segunda comentó que “las películas estructurales de Kren ofrecen nuevas posibilidades para la crítica de la ideología implícita en la secuencia narrativa y en la percepción del espectador de la pantalla”. La selección de obras hizo visible la evolución de su percepción del cine, que arrancó como medio en sí mismo a un cine más profundo como una nueva oportunidad para expresarse. La matemática en la naturaleza se apropia del metraje en “3/60 Trees in Autumn” y “37/78 Tree Again”, las vista del patio en “No Danube” recuerdan a “La ventana indiscreta y, y “42/83 No film” se pregunta si la no filmación es cine en sí mismo.
A causa del maleficio de Juana de Arco o del gafe matemático del movimiento, el norteamericano Ernie Gehr no pudo acudir al S8. Una inoportuna caída en el metro de Nueva York le impidió viajar hasta A Coruña. Un pena, porque había ganas de ver al cineasta autodidacta y preguntarle por su meticulosa atención de a las cualidades materiales y formales del cine y su alienación al movimiento cinematográfico estructuralista y el arte contemporáneo minimalista. Al menos pudimos escuchar un audio enviado desde la Gran Manzana, previo a la proyección en el CGAI de clásicos como “Serene Velocity” (¡970), tan sencillo y completo en su exploración de las diversas ironías y niveles múltiples de sus imágenes que uno queda aturdido, porque cuando ya te has acostumbrado a una interpretación visual, Gehr transforma este espacio de tal forma que se convierte en algo completamente diferente. Algo parecido ocurre con “Table” (1976 ) en el que una ordinaria mesa de cocina, repleta de utensilios de vajilla se convierte en una trasposición al celuloide de una naturaleza muerta cubista.

Muestras como el S8 se quedarían huérfanas a la hora de programar si no existieran proyectos como Canyon Cinema, una cooperativa de distribución con fines de lucro que alquila películas, produce un boletín informativo y realiza proyecciones. Creada hace medio siglo en San Francisco para defender el trabajo de cineastas experimentales, las tarifas y las ganancias se dividen con los cineastas y en su catálogo hay más de 3.500 películas. En la sesión programada se pudieron ver ocho películas, entre ellas, “Castro Street” una obra maestra del cine poético realizada en el año 1966 por el legendario Bruce Baillie que fue seleccionada en 1992 para su inclusión en el Registro Nacional de Películas de los Estados Unidos. Pero también se incluyeron obras recientes como “The song remains the shame” (2014) la irónica búsqueda de Mark Toscano para escoger una acertada banda sonora a su minúscula película.
La imagen es lógica y matemática, pero a veces piensa. Y muestra de ello es el trabajo que desde hace décadas propone María Ruido. La artista gallega volvió a su ciudad con una triple propuesta. La primera, centrada en la visión de sus películas que son una herramienta de de discurso crítico y combativo, incluyendo el estreno de “Mater amatísima” una revisión a los imaginarios y discursos sobre la maternidad en tiempos de cambio. La segunda, una masterclass sobre la locura en tiempos modernos, en la que hizo un avance de su nueva producción. Y la tercera en forma expositiva en la Fundación Luis Seoane, un repaso a sus veinte años de cine. En la misma Fundación se pudo ver “El cine en papel” una pequeña muestra de diagramas, herramientas previas y guías que algunos cineastas utilizaron para la ejecución de sus obras. Comisariada por Elena Duque y Gloria Vilches, incluye obras de Bill Brand, Bruce Elder, Kurt Kren, Peter Kubelka, Rose Lowder, Dora Maurer o Paul Sharits. El trabajo de la directora Lis Rhodes estuvo presente con “Light Music” una instalación para dos pantallas, en las que el público interactúa paseando entre dos proyectores dispuestos uno frente a otro, generando sombras sobre las pantallas también enfrentadas. Y por si esto fuera poco, el colectivo Ojoboca formado por Anja Dornieden y Juan David González Monroy hizo una performance en el borde de la no ficción, reescribiendo la historia de una historia.
En retinas ajenas tuvieron que quedar sin duda, el resto de proyecciones, desde las reglas del juego de Scott Stark a la dualidad vivir/firmar de Philip Hoffman, pasando por la forma de ver de Chris Kennedy, las formas de la naturaleza de Pablo Mazzolo o los desbordamientos de Toño Mejuto.
Jose Antonio Vega es colaborador de laEscena
@joseanvega64