Papaya durante su actuación en el GSF.

Cosas fascinantes  y sencillas es el título del nuevo single de Papaya, un grupo con un repertorio variado y arriesgado que resume el espíritu con el que la nueva  edición del Gijón Sound Festival puso banda sonora a las salas, clubs y calles de la ciudad. Una edición que confirma la consolidación de una comprometida propuesta por y para la música, siguiendo el modelo  de reputados festivales internacionales como el South by Southwest de Austin. LaEscena hizo parada en los sets de Tindersticks, El Niño de Elche, Fasenuova, Papaya, James Rhodes y Belako.

Un concierto de Tindersticks se convierte en una experiencia conmovedora, por el sonido preciosista y delicado que crea, cargado de atmósferas emocionales. Así que la tercera escala del grupo en Asturias no iba a ser una excepción. Y esa atmósfera llegó desde el minuto uno, con Follow Me, una versión de la banda sonora de El motín de la Bounty de 1962. Toda una declaración de intenciones al invitar al público a degustar la completa colección de canciones de The Waiting Room, su décimo disco de estudio. Durante noventa minutos, Stuart Staples, el ‘crooner’ de las patillas puntiagudas y la voz de trueno, lanzó una  hipnótica y emocional voz, no exenta de tensión, destinada a hurgar el estado de ánimo del público. Ese clima ensoñador no desapareció en ningún momento del concierto, ni siquiera en la arrastrada versión de Johnny Guitar, el tema de Peggy Lee o el intenso spoken word de How he entered. Después de los cambios que la banda ha sufrido en los últimos 10 años, en la que continúan Staples, David Boutler y  Neil Fraser, los tres álbumes anteriores han sido un proceso de ajuste y maduración para llegar hasta aquí, al Teatro Jovellanos. Una mezcla de pasajes taciturnos como los de Hey Lucinda y empuje rítmico como el del nuevo single We are dreamers. Y a pesar de estar en abril, claro que sonó This fire of autumn.

Concierto de Niño de Elche en el GSF.
Concierto de Niño de Elche en el GSF.

Francisco Contreras usa el Krautrock y el Ambient como una necesidad de discurso. Francisco Contreras es atrevido, valiente y desconcertante. Y además es El Niño de Elche. La Sala Acapulco esperaba impaciente el sonido de Voces del extremo y nadie del Xixón Sound, incluido Nacho Vegas, quiso perdérselo. El intenso concierto demostró que sabe sacar las cosas del territorio sagrado, que embalsama e inmoviliza, para volver a hacerlas útiles, comunes y prácticas. Su hibridación melódica e hipnótica, terminó siendo adictiva y contundente, tras una  lenta digestión, con pulsos electrizantes y narcóticos. Se nota el trabajo colaboracionista, que no colectivo, con miembros de Pony Bravo. Y se pudo comprobar que su discurso ha adquirido un carácter mucho más político, en el que la desconfianza absoluta emerge canción tras canción, como en El comunista o Miénteme.  Como era previsible, acabó su concierto con un mensaje directo, sin segundas lecturas, Que os follen. Desde ya, uno de los conciertos de 2016, sin duda.

Fasenuova, en el ajo.
Fasenuova, en el ajo.

Lo de Fasenuova lleva camino de convertirse en algo grande. Ya era hora que el intenso  y sincero trabajo de Ernesto Avelino y Roberto Lobo tuviera reconocimiento patrio, tras la edición de Aullidos Metálicos. El concierto en el GSF demostró que ya han encontrado espacio vital, en el que sus cualidades brillan en su totalidad, más allá del  postpunk y la  electrónica industrial. A medida que avanzaba el set, el ruidismo dejó  de ser un elemento esencial, para dar paso a la detallada construcción de un ambiente tecno, con una atmósfera sombría y asfixiante. Lo que sigue ayudando es la incendiaria y nada impostada escenificación de Ernesto  que convirtió la sala en un habitáculo impermeable para “hombres libres, neuromantes y ciborgs alucinados” que ellos reivindican. Electrónica analógica, sí, pero muy buena.

Una base ochentena es el  ingrediente básico para  un buen cóctel de Papaya, al que hay que añadir una voz oscura, bajos demoledores y mucho delay. El GSF acertó con la propuesta de la sesión vermú del sábado en la transparente carpa instalada en la Plaza Mayor. Papaya es el trío formado por Janara Espinoza, Miguel Aguas y Sebastian Litmanovich que atrapó y cautivó  al público con  sus canciones magnéticas, hilarantes y contagiosas. El desparpajo y la osadía de Janara, jugando constantemente con el público, añadió frescura a la mezcla de new wave, música beat, ritmos exóticos y arreglos orquestales de guateque.  Cosas fascinantes y sencillas, solo eso. Y ya es bastante, para un  nuevo grupo.

James Rhodes, emocionado con el espacio de La Laboral en su cuenta de Instagram.
James Rhodes, emocionado con el espacio de La Laboral en su cuenta de Instagram.

¿Truco o trato?. El concierto de James Rhodes era una incógnita para despejar en la tarde del sábado. Un diluvio universal no animaba precisamente a subir a La Laboral, pero las fotos con la escenografía de la Iglesia que colgó el pianista en su twitter  fueron determinantes. Lo que vimos, a pesar de ser previsible, no dejo a nadie indiferente. Salió con una sudadera de Bach, su compositor favorito, explicó las piezas que iba a tocar y. como buen Umbral, habló de su libro “Instrumental”.  Como no soy experto en ese tipo de música, no tengo claro que sea un excelente pianista, pero como vive con pasión, toca con pasión y escribe con pasión, ésta contagió a las 600 que abarrotaban el espacio y se identificaron con sus interpretaciones de  Beethoven o Chopin. Otro agradecimiento a la ecléctica programación del GSF.

Y tras el maratón de Luis Eduardo Aute en el Jovellanos tocaba fiesta final de la mano de Belako. El cuarteto vasco llegó a Gijón con edición de Hamen bajo el brazo y la intención de ofrecer su mezcla de vértigo, alegría,  energía, hipnosis, e intuición a raudales.  Durante todo el set no pararon de intercambiar posiciones, sin bajar el nivel de intensidad en ningún momento y con una determinante  sincronía entre Cris, Josu, Lore y Lander.  Está claro que ya no son una promesa y que el tiempo empieza a demostrar que su  exhibición de músculo suena a algo que ya hemos oído anteriormente en otros grupos. Pero no importa, la fuerza y emoción que salen de sus canciones lo puede todo y al final tus pies no paran de moverse. Algo tan fascinante y sencillo que se llama bailar.

Jose Antonio Vega es colaborador de laEscena
@joseanvega64