Luis Repiso, vista de la exposición

En el estudio de Luis Repiso conviven pinturas de distintas etapas y estilos, momentos que se solapan y que configuran una obra de gran personalidad. Sorprende su capacidad para cambiar de registro, fruto de una necesidad interior que le ha impulsado a una continua renovación de propuestas, encontrando en el arte un asidero para la existencia y para la reflexión sobre la esencia de las cosas. Desde hace tiempo busca vías alternativas a la figuración, a una pintura de tintes realistas que tantos éxitos le ha aportado. En una progresión audaz, ha ido depurando sus trabajos hasta llegar a estas pinturas monocromas que ahora nos presenta, obras que evidencian cómo, desde un elementalismo formal y cromático, podemos llegar a comprender códigos básicos y universales del lenguaje pictórico.

Muchos artistas han sentido la necesidad de buscar nuevas vías de expresión desde su experiencia, pero con Luis Repiso podemos advertirlo de un modo más próximo. Su apuesta por un reduccionismo formal y cromático resulta austera en un mundo acostumbrado a consumir imágenes. Con esa economía de medios configura un lenguaje plástico personal vertebrado casi exclusivamente por la línea. Desde que W.Kandinsky plantease que un punto, una línea y un plano podrían conformar el universo plástico, diversas corrientes estéticas desarrollaron una pintura centrada en la geometría y en la abstracción, en una simplificación máxima de las formas. Lo hicieron los neoplasticistas durante las vanguardias históricas, también los artistas Madí latinoamericanos a mediados de los 40 pero, fue durante la eclosión de la abstracción postpictórica en los años 60, cuando esta inclinación hacia una pintura mínima se vio reforzada de manos de Clement Greenberg. El crítico introdujo la expresión “medium specificity” evidenciando cómo la creación plástica se fundamenta en los elementos básicos que la configuran, y cómo el discurso que contiene deriva de ellos. El trabajo actual de nuestro artista está próximo a estos presupuestos, es una pintura con pocas licencias hacia lo emocional, destacable por su planteamiento y apuesta constructiva.

Para Rhod Rothfuss, miembro del grupo Madí: “Una pintura debe ser algo que empiece y termine en sí misma”. El principio de la obra “es” y no representa, no expresa o significa nada más allá de lo que hay en ella misma. Próximas a este presupuesto se encuentran las obras de Luis Repiso, fruto de un planteamiento mental de interacción de formas e incidencia de éstas en el espacio. Objetiva y analíticamente, nacen de estructuras básicas en las que rastreamos algunas referencias arquitectónicas, muy sutiles y fragmentadas, que aluden a un paisaje interior intelectualizado. Sorprende la extrema meticulosidad de un proceso que apenas se apoya en la sobriedad cromática de un gris homogéneo que expande la superficie del plano pictórico. El acrílico le permite trabajar concienzudamente y con la rapidez necesaria para profundizando en sus búsquedas, extrayendo, con una concentración de recursos, nuevas posibilidades desde una concepción espacial mínima y una estructura compositiva básica.

Luis Repiso, vista de la exposición

 

Pintura esencialista que se halla al margen de estilos y corrientes, y que se enmarca en su propio proceso de crecimiento como pintor. Un camino que le ha llevado a formas geométricas sencillas e irregulares, enfatizadas a través de diagonales que dinamizan la composición. La pulcritud formal y la neutralidad del color, desenmascaran cualquier tipo de imperfección y propician el equilibrio entre las superficies de los lienzos, perfectamente lisas. Hay pequeñas formas geométricas suspendidas en el espacio -relieves creados mediante la superposición de capas de materia pictórica- que, como comenta el crítico Rubén Suárez, recuerdan la obra neoplasticista de Bart van der Leck.

Aparecen huellas, “gestos personales” en la puntual presencia del verde, pálpito vital y germinador, licencia del artista a la emoción y la esperanza. La sutileza cromática se ve reforzada por la rotundidad de la línea que, en pocas ocasiones, pierde su rigor, quebrándose en un guiño controlado de rebeldía.

La depuración formal y cromática refuerza la percepción directa de unas obras sin tamices que favorecen el diálogo entre observador y pintura, un nihilismo ante el que sólo queda reflexionar sobre los porqués del hecho artístico, confirmando cómo la pintura no es tanto algo que revela sino que es, en sí misma, una revelación.

Luis Repiso
Galería Arancha Osoro
c/ Independencia 6, Oviedo


Santiago Martínez
 es profesor de Historia del Arte
saguazo@yahoo.es