Patio de la Fábrica de Tabacos de Gijón en 1909 / JULIO PEINADO, FOTOTECA DEL MUSEO DEL PUEBLO DE ASTURIAS

Hace unas semanas, durante una presentación en el Toma 3 en la que se habló mucho de autogestión, Pablo Und Destruktion dejó caer una idea reciente, de aquella misma tarde: una convocatoria ciudadana abierta para impulsar un uso del espacio de la antigua Tabacalera de Gijón inspirado en nuestro homónimo de Madrid. Inmediatamente se generó gran espectación. Empezamos a preguntar y a lanzar ideas. Los más interesados acordamos acudir a la reunión del 23-F en La Münster, a una de esas reuniones abiertas.

Las reuniones asamblearias son como un derbi de fútbol porque nunca se sabe lo que puede pasar; por eso asistí a la convocatoria para hablar del futuro de Tabacalera, promovida por Alfredo Aracil, José Álvarez y el propio Pablo, con una mezcla de ilusión y desasosiego parecida a la del primer día de clase. El tema merece reflexión: un edificio emblemático, abandonado desde hace años a la humedad y a su suerte, que podría servir como símbolo de nuestra región: la más envejecida de España e incapaz de ordenar una reconversión industrial exitosa.

Cualquiera que habite Gijón conoce, aunque sea a grosso modo, la historia de Tabacalera, que está ligada al feminismo y que es una pasada: una fábrica de tabacos enorme en el centro de la ciudad, en la que la producción era cosa exclusiva de mujeres y en la que, por ejemplo, se utilizaban altares para secar el género. Por sentar unos antecedentes para el que no sepa muy bien de que va la cosa, la antigua fábrica de tabacos de Gijón (Tabacalera) cesó su actividad por 2002. Los planes del anterior gobierno pasaban por convertir el enorme y singular edificio, situado en el centro de Cimadevilla, en un Equipamiento Cultural Multiusos. Puede que Equipamiento Cultural Multiusos suene muy bien. Si fuese publicista (Dios me libre) pensaría en usarlo para alguna campaña. Sin embargo, de lo que en realidad se hablaba era de otro museo más (aunque eso si, bastante más grande). Un proyecto que “la crisis y el cambio de gobierno” acabaron por truncar. Así lo defendió en la reunión de La Münster, la primera en intervenir, Pilar Lafita -antigua directora de la Fundación Municipal de Cultura de Gijón. Casi disculpándose, explicándonos que eran cosas de “otra época”.

A día de hoy, gracias, en parte, a las obras de rehabilitación del inmueble (para evitar que se caiga a pedazos) y que durarán más de dos años, el futuro de Tabacalera vuelve a entrar en escena. El consistorio gijonés está trazando sus propios planes, que ha hecho públicos dos días después de la reunión de La Münster en su web, bajo una “Propuesta de usos para el edificio de Tabacalera”, en la que se mezclarían, en dos áreas bien definidas, Arqueología y Cultura con Desarrollo Económico. En paralelo a los planes municipales, la convocatoria abierta de La Münster, que sirvió principalmente para organizar distintas propuestas ciudadanas para la autogestión de Tabacalera.

Muchos actores de la cultura gijonesa y vecinos de Cimadevilla se dieron cita allí en busca de puntos de vista en común para Tabacalera, aunque no resultó nada fácil. Particularmente acudí con un discurso que defendía la idea de que Tabacalera debería servir para generar tejido cultural y económico en la ciudad, por encima de intereses particulares y de barrio. Sin embargo, después de escuchar a los vecinos de Cimadevilla, mi punto de vista es sensiblemente distinto y entiendo que la integración del proyecto en el barrio es esencial. Intuyo que muchos vecinos han sabido entender también que Tabacalera no puede convertirse en la solución a todos sus problemas, desde el reumatismo a la falta de abastecimiento, y esto también es positivo.

Tras casi tres horas de reunión, las conclusiones se definieron en la creación de cuatro grupos de trabajo: el primero se encargará de estudiar el impacto del proyecto en el barrio, el segundo analizará los distintos modelos de gestión, el tercero servirá de interlocución con el ayuntamiento y el cuarto valorará los distintos usos del inmueble. A partir de aquí, el ayuntamiento está obligado a entender la oportunidad que supone una plataforma de estas características: tiene que darle a la ciudadanía todas las facilidades del mundo para formar parte del proceso para la creación de un nuevo espacio en Tabacalera.

¿Por qué los centros institucionales en su mayoría no funcionan? porque se hacen por el «ordeno y mando», sin escuchar a los actores principales de la sociedad, que son los que generan tejido cultural y económico. A todos los niveles, la administración ha enterrado millones de millones de euros en nuestro país en obras que no han aportado nada: solo miseria. Obras que no han repercutido en la ciudadanía en modo alguno: solo en deuda y malestar. En la mayor parte de estos casos este proceso ha sido opaco, corrupto, megalómano y opuesto a la ciudadanía. En la otra cara de la moneda, la compra de votos asignando recursos a capricho: aeropuertos, AVE, centros de salud de arquitectura vanguardista, rotondas…

Particularmente, me niego a que Tabacalera se convierta en otro esperpento más: en otro de esos museos que no visita nadie, en otro centro de empresas en los que no hay empresas que montar, en una de esas moles con vigilante de seguridad incluido mirándote con cara de San Bernardo.

Dani Permuy es colaborador de LaEscena