Descubrí a The Jayhawks gracias al programa Rockblock de la MTV. Recuerdo que la presentadora habló tales maravillas del grupo que iba a sonar que decidí grabarlo por si acaso. La canción era Waiting For The Sun, la misma que abrió el lunes su concierto de Avilés. Me quedé pegado a la pantalla. También recuerdo la sorpresa mayúscula de encontrar, unos meses más tarde, y mal archivado en la sección de discos de El Corte Inglés (!!!), ese disco de ese grupo del que nadie había oído hablar. Resulta difícil imaginar el impacto que supuso Hollywood Town Hall, hace ya 24 años, entre los pocos afortunados que nos enteramos de su existencia. Ningún disco sonaba como aquél, con esa mezcla de acústica y fuzz, ese sonido clásico y que sin embargo no habíamos escuchado nunca, esas voces, y sobre todo, esas canciones. Faltaban años para que se acuñase el término “Americana”; a The Jayhawks se los clasificaba como “Alt-Country”, primero, y “Roots-Rock”, después.

Los he visto muchas veces, aunque nada superará la emoción de ver casi todos los conciertos de su primera gira española, presentando “Smile”, tal vez su última gran gira. Me los perdí en sus citas más recientes, y era un momento perfecto para el reencuentro. Tenía ganas de ver por fin a la pianista Karen Grotberg, y escuchar sus angelicales coros. Maravillosa. Me convenció Jeff Lyster a la guitarra, aunque no más ni menos que Kraig Johnson. Marc Perlman sigue siendo uno de mis bajistas favoritos. Siempre es un gusto escuchar los coros de Tim O’Reagan, aunque lo vi excesivamente cómodo a la batería; creo que tuvo algún momento en el que podía haber echado a volar alguna canción y se conformó con mantenerla en su sitio, tranquilamente.

Y en primera línea, Gary Louris. No es un showman, y podríamos pensar que con esa voz, y esas canciones, tal vez no necesita serlo. Ha superado sus problemas de adicción, que confesó valientemente hace un par de años. Se ve que ahora es un hombre tranquilo y en ocasiones hasta parece estar contento, pero siempre transmitiendo una cierta distancia. Cuando interpretó Settled Down Like Rain en acústico y solitario demostró que, showman o no, hay gente que “lo tiene”. Y él es uno de ellos. Agradezco que siga llevando su viejo Fuzz Face en la pedalera.

En esta época del playback y el autotune, se agradece escuchar unas voces así de gloriosas. Y también, poder notar que son humanos. A veces la emoción o el cansancio de la gira hace que alguna nota se despiste, y puedes notar el esfuerzo y la pasión necesarias para cantar así. Es un lujo poder ver un concierto como este en un escenario como el del Palacio Valdés, un teatro acogedor e imponente a partes iguales. El sonido fue impecable, a un volumen ideal para disfrutar de la música y dejarse envolver por ella. Siete canciones del último disco que mejoran en directo, como debe ser. Confieso que me sobró una, colocada entre los bises. Y cero del anterior, del que ahora Gary Louris reniega públicamente y que marcó la última reunión con Mark Olson.

Tienen tantas buenas canciones, y he tenido tantas oportunidades de disfrutarlas en directo, que es imposible reprocharles que no hayan tocado tal o cual de mis favoritas. Momentos clave del concierto: insuperable Blue, seguida de Break In The Clouds, estratosférica. All The Right Reasons brilló especialmente. Y paradójicamente, la ya mencionada Settled Down Like Rain en solitario, tal vez el mejor momento de la noche. Un concierto estupendo, de los que crean afición. Que vuelvan pronto.

Jorge Otero es músico
@stormymondays