Kristian Matsson era un adolescente hiperactivo en su Dalarna natal (Suecia) cuando pasó del punk y el glam rock y decidió colgarse de los árboles. Y así, mientras daba saltos por el monte, le empezó a dar por la vieja y buena música tradicional americana. Desde que escuchó a Skip James decidió que viviría siempre atado a una guitarra acústica, compondría sus canciones y las cantaría. Y eso fue lo que hizo hasta ahora bajo el nombre de The Tallest Man On Earth, pateándose medio planeta y tratando de forjarse una biografía a la medida del canon clásico del folk troubadour. Y digo hasta ahora porque lo que presenta este viernes a las 20.30 horas en el Teatro de La Laboral, su cuarto largo, Dark Bird Is Home (Dead Oceans, 2015), aporta como novedad a su breve pero intensa carrera un ropaje musical inédito en el escandinavo. Donde hasta ahora sólo había guitarra y voz, un piano colándose por la puerta de al lado como mucho, ahora aparece crecido en coros épicos, vientos aquí y allá, percusión, guitarras eléctricas y hasta algún tipo de sintetizadores al servicio de cierta vaporosidad indie-pop. Pero no, que nadie se asuste, para bien o para mal no es Dylan en Newport en el 65. Matsson trata de probar cosas nuevas y lo hace en pequeñas dosis. Cierto que tanta instrumentación tiende a rebajar, al menos en disco, la fuerza que su voz tiene en crudo, pero para ser justos hay que concluir que la manteca sigue estando en los números de guitarra y voz. El tratamiento despojado de los textos es aún el plato principal, aunque sea con juegos vocales más floridos como en el corte que da título al álbum o cambiando la guitarra por un piano y acercándose al primer Waits, como en Little Nowhere Towns,
Experimentos al margen, Dark Bird Is Home viene marcado, cuenta Matsson, por dos experiencias personales difíciles: la muerte de un ser querido y el divorcio de su pareja, la también cantante y compositora Amanda Bergman (Idiot Wind, Hajen, Amason). La pérdida, la imposibilidad del hogar, la tristeza y lo sombrío dominan en las letras, con un poso de decepción patente en versos como “No this is not the end and no final tears / That will lead to show / I thought that this would last for a million years / But now I need to go / Oh, fuck”.
Puede que hayan sido estos golpes de la vida lo que llevó a Tallest Man On Earth a plantear una grabación itinerante, pero sí, el material de este trabajo fue registrado en su casa de Suecia, sesiones caseras con otros amigos, diversos países y rematado finalmente en su querida Wisconsin, en el estudio que su amigo Justin Vernon (Bon Iver) tiene en Eau Claire. Matsson aprovechó el viaje para reclutar de ese entorno un puñado de músicos que le ayudaran con esos nuevos ambientes musicales en el álbum y que salieran luego de gira con él. Y así aparecieron Mike Noyce (Bon Iver) a la guitarra, Mike Lewis (Happy Apple) al bajo y el saxo, Zack Hanson (Laarks) a la batería y Ben Lester (S. Carey) al piano y el pedal steel.
Del repertorio en La Laboral, en la que creo que es su primera visita a Asturias y dentro de una de las pocas giras españolas que ha ofrecido, cabe esperar un repaso casi íntegro al último disco salteado con un puñado generoso de su repertorio clásico: The Gardener, The Wild Hunt, Revelation Blues, la inevitable, energética y muy divertida King of Spain o el cierre con The Dreamer y Like the wheel.
Resumiendo, las maneras del chaval en el escenario, donde acostumbra a dejarse la piel para conquistar al público, prometen una sesión de folk a la americana sincera, cantada y tocada con maestría y elevada a otra categoría con esa nueva banda que promete nuevos caminos para el sueco. Pinta muy bien.
The Tallest Man On Earth
Teatro de La Laboral (Gijón)
Viernes 5 de febrero, 20.30 horas / 20€
entradas y más información
Chus Neira es periodista
@chusneira