Vista de la exposición "This Perfect Day" de Avelino Sala. FOTO: KIKE LLAMAS

Siempre me han interesado las propuestas plásticas de Avelino Sala (Gijón, 1972), pero no se prodiga demasiado y apenas he tenido ocasión de conocer su trabajo en directo. En la muestra This Perfect Day en la galería Gema Llamazares se pueden valorar y analizar sus últimas obras en las que hay mucha reflexión y algo de disfrute. El artista mantiene el discurso que ya en 2009 planteó en el proyecto colectivo organizado desde Laboral Centro de Arte y Creación Industrial bajo el título El pasado en el presente y lo propio en lo ajeno. En aquella exposición, desde el ámbito de la fotografía y el vídeo, presentó El enemigo está dentro, disparar sobre nosotros (2008) y Derrocar el poder (2009), propuestas apoyadas en el activismo y en el sarcasmo que sigue depurando. En aquel proyecto se convocaban “fantasmas de la memoria a la espera de ser una fuerza social transformadora”. Es posible que esa misma intención continúe aquí, presentando un trabajo que trata el devenir de los tiempos, como una gran metáfora de la existencia. Su contemplación produce una sensación agridulce, hay atractivo estético, mimo en el acabado de las piezas, dominio de aspectos técnicos y formales que nos atrapan y que están al servicio de un mundo tan real como feroz. Comenta Rubén Suárez en su crítica sobre la muestra, que el trabajo de Avelino Sala “supone una continua exploración de los distintos lenguajes artísticos en los que se manifiesta y un cuidado exquisito en el equilibrio necesario para que la belleza y la intensidad poética de la que dota formalmente a sus referentes no hagan olvidar la crítica que subyace en el discurso estético”.

Recursos y figuras retóricas se aprovechan sensible e inteligentemente por el artista. Los títulos de cada serie son tan poéticos como mordaces, explorando las posibilidades del tropo, sustituyendo unos significados por otros. Desde la metáfora a la metonimia, desde la ironía al sarcasmo, plantea y configura un discurso que conecta con el espectador a través del atractivo de las formas. Avelino Sala se maneja bien entre estos registros que enriquecen y alteran el significado generando en el espectador múltiples lecturas. La repetición, la acumulación y el collage acuden cumpliendo su cometido.

La muestra se compone de una serie de piezas inéditas: acuarelas, collages, fotografías e instalaciones (resulta difícil desgajar y marcar fronteras entre disciplinas); siendo, en esencia, distintas un hilo conductor que lleva a pensar y profundizar en la pérdida definitiva de horizontes, de esperanza. En el texto de presentación de la muestra, realizado por David Moriente, no queda duda sobre la intención: “Avelino Sala presenta un proyecto donde todos sus componentes hablan del fin: el fin del tiempo, el fin de la economía, el fin de Europa, el fin del bienestar común, el fin de la empatía en definitiva, pues todos son ya enemigos de todos”.

Las acuarelas, de formato considerable están agrupadas en dos series: “Asturias distópica” y “Otros paisajes”; en ellas recurre a una técnica muy personal, en la que compagina, superponiéndolas, la delicadeza de las aguadas con la rotundidad del graffiti realizado con spray, ese “desencuentro” entre técnicas condenadas a convivir es reflejo de sus reivindicaciones: reconversión industrial, guerras, falta de libertad…que toman forma en grúas, aviones de combate y alambradas.

Los collages enlazan estéticamente con la tradición de vanguardia, especialmente con las aportaciones dadaístas –Hannah Höch o Raoul Hausmann– en las que la agrupación de imágenes y la acumulación de fragmentos, desde una apariencia azarosa, constituyen un todo, tan absurdo como real. Bienvenidos al desierto de lo real”, es el título de esta serie de collages sobre papel que se convierten en instrumento para explorar el mundo a través de la ironía: tras la apariencia del caos existe un orden, aunque ese orden sea irracional. La frescura de la temática, rabiosamente actual, me permite enlazar sus propuestas con los trabajos de Franz Falckenhaus e incluso con la joven artista portuguesa afincada en Barcelona, Marina Mizarela.

Vista de la exposición «This Perfect Day» de Avelino Sala. FOTO: KIKE LLAMAS

 

La proyección “La verdad se corrompe con el silencio”, junto a las excelentes fotografías y la obra tridimensional “Castillos de arena”, podrían conformar un proyecto expositivo en sí mismas, los juegos malabares son reflejo de un mundo donde la corrupción y el engaño están a la orden del día, es un trabajo “elegante” que raya la sofisticación, reflejo de un mundo aséptico, lujoso y falso.

Menos sutilezas contienen “P.I.G.S” y “Amanecer dorado”, dos instalaciones que parecen chocar formalmente pero cuyo planteamiento es complementario. La primera, está formada por escudos antidisturbios y pintura antioxidante, el acrónimo “PIGS” se refiere a Portugal, Italia, Grecia y España, como países económicamente problemáticos dentro de una Europa unida, los escudos llevan estampados a su vez otros escudos, los emblemas nacionales, duplicando la carga icónica e irónica y “jugando” con el oro y el gestualismo de las manchas de color, lanzadas sobre ellos, convierten al arte en proclama. Hay interferencias entre concepto y forma, entre la contundente plasticidad y la conciencia social, se produce un efecto sinestésico, cierta confusión, entre la belleza plástica y la dureza del objeto icónico, entre la poética de la mancha y la huella de la protesta y la impotencia. Esta metáfora plástico-política resulta brutal. En “Amanecer dorado”, tres piezas perfectamente acabadas y exquisitamente expuestas, no hay margen para la duda, estamos ante una parábola lanzada desde un juego genuinamente americano, un bate de béisbol tuneado en dorado con la bandera de estrellas de la UE en su empuñadura, un guante dorado que sostiene una pelota pirograbada con el mapa del mundo, todo sobre un soporte de granito a manera de trofeo confirman el fracaso de Europa como lugar y como concepto. Es aquí donde más claro está el discurso distópico del autor y donde advertimos la relación de su trabajo reciente con otros en la misma línea, como la película del director Fernando León Un día perfecto, basada en la novela de Paula Farias autora de Dejarse llover (2015): “Europa no puede seguir mirando para otro lado», dice la escritora; su libro es una denuncia del desamparo hacia los más débiles y a la desidia de la sociedad occidental contemporánea.

Protegidas por marcos dorados y cristal de museo, minúsculas impresiones sobre plumas de los caídos desde las Torres Gemelas de Nueva York, conforman “Ícaros del siglo XX”, son imágenes poéticas, triste y bella metáfora sobre los excesos de una sociedad que se devora a sí misma. El atractivo del conjunto manifiesta esa fuerza del arte para trascender en nosotros.

Por último, en una de las paredes de la sala se presenta una frase tejida en un sarape –realizado por artesanos mejicanos-, abanderando el absurdo de un mundo que insiste en poner muros en vez de luchar contra ellos, pero a su vez, trae a la memoria al grupo Ilegales y al desaparecido Alejandro Espina: “Tiempos nuevos, tiempos salvajes”(1983). Son curiosas las proclamas, te trasladan de una manera natural a otros tiempos para observar que lo que cambia no mejora o que nada ha cambiado.

Apoyándose en la literatura y en el cine, pero sobre todo en su propia experiencia vital, This Perfect Day es una atractiva llamada de atención, una profunda y dura reflexión sobre las prácticas sociales y políticas corruptas que no advertimos hasta que nos salpican. Avelino Sala consigue con su mirada involucrarnos y confirmar que el arte sigue cumpliendo uno de su cometidos: agitar nuestras conciencias.

«This Perfect Day». Avelino Sala
Galería Gema Llamazares
Calle Instituto 21, Gijón
Hasta el 26 de febrero de 2017
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Santiago Martínez es profesor de Historia del Arte
saguazo@yahoo.es