Ya son ganas. A veces es difícil, entender las decisiones que toma la gente que programa conciertos. Encajar uno en Madrid el miércoles 27 de julio a la 21.00 horas con 37 grados a la sombra, no parece una buena decisión, sobre todo si decenas de terrazas te lanzan efervescentes cantos de sirena cervecera camino del evento. Pero la tenacidad innata que uno lleva encima le hace recalar en el Teatro Barceló con la intriga de comprobar cuanta gente estaría en la sala. Primera sorpresa, mucha gente. No es un lleno absoluto, pero desde la entrada lo parece. Un paseo hasta las primeras filas, permite comprobar una buena sintonía entre el paisaje y el paisanaje. Digamos que estaba esponjado. Bien.

St Paul&The Broken Bones recalaban por segunda vez en España para adelantar “Sea of Noise” el nuevo disco que verá la luz en septiembre y que toma el testigo a “Half the City” publicado en 2104, un ramillete de doce canciones en las que la autenticidad del sentimiento no dejaba lugar a dudas. Con unos minutos de retraso, la banda salió al escenario para calentar motores con un tema instrumental, acelerando al expectante público que ya intuía todo lo bueno que llegaría a lo largo de la noche. Así que cuando Paul Janeway apareció el público le lanzó una sonora ovación y. se volcó con la banda, sabiendo lo que querían y haciéndoselo notar al sonriente cantante. Allí acabó la tregua porque cuando Paul empieza a cantar nada importa.

Y cómo es él, que diría Perales. Pues un tipo rubio, sudoroso, muy gordito con gafas de pasta y un traje que parece explotar por momentos. Una descripción que serviría para algún personaje perdedor de las películas de Todd Solondz. Visto así, podría parecer repulsivo, pero incomprensiblemente toda la sala le tiene envidia. ¿Por qué?. Pues está claro, nos identificamos con sus imperfecciones y nos sorprendemos con sus movimientos de manos, su arrolladora personalidad y sus contagiosos ticks. Con total naturalidad es capaz de que veamos en escena a grandes divas de la música negra o personajes de películas de los años 50. Solo él es capaz, a esta altura de siglo, de fundir una frenética teatralidad con un soul de blanco balanceo generado un torbellino de alocadas sensaciones. En esos momentos, todos queremos ser Paul, acudir a la iglesia Pentecostal en la que comenzó a cantar y en la que le pusieron el mote de St. Paul porque cantaba como los ángeles. Pero han pasado los años, y la virtud angelical se ha mezclado con ritmos más demoniacos protagonizados por trompetas, trombones, bajos contundentes y abundantes riffs de guitarra. Un ritmos que salen de Jesse Phillips (bajo), Browan Lollar (guitarra y voces), Andrew Lee (batería y percusión), Ben Griner (trombón y tuba), Allen Branstetter (trompeta) y  Al Gamble (órgano y piano).



Juntos son los siete magníficos del soul, una banda que va de la vieja escuela del género a la renovación, mezclando gospel y soul vintage como ingredientes casi exclusivos. Una banda que se contagia con la fuerza y la energía del inquieto Paul que baila y baila sin parar como si tuviera un arsenal de pilas alcalinas en su interior. Por momentos, los bailes suena arrebatadores, otras muchas se hacen sinuosos y a veces amanerados, como el momento en que descalzó uno de sus zapatos de lentejuelas y lo lanzó con irá al suelo. Momentazo Priscila, reina del desierto, sin duda. .

Era fácil caer en la tentación de cerrar los ojos y escuchar a Marvin Gaye, Otis Redding o Sam Cooke. Pero no, había que tener la vista clavada en el “frontman” espectacular, para ver salir de su extraordinaria garganta los sonoros y sentidos chorros de voz. Y también prestar atención a sus letras, que hacen referencia a la identidad de los ciudadanos del sur de Estados Unidos y abordan temas sociales, algo que el cantante reivindica en escena y entrevistas.

Si tuviera que destacar dos momentos, me quedaría con “Don’t Mean A Thing” y “Call me” y con los continuos “gracies” con los que acababa sonriente cada canción. Al final fueron ochenta minutos que refrescaron como nunca una de las más calurosas noches del verano. Todos salimos tarareando “Let me,let me,let me ,let me hear you again, Got to hear you…, I need,I need,I need,I need, I need you baby”. Gran noche.

Jose Antonio Vega es colaborador de laEscena
@joseanvega64