Si algo hace diferente la difusión de una actividad, es la búsqueda de un criterio aplicable ya desde su propia promoción. Y hacerlo dando pauta de importancia allí donde la tiene: entre las personas que se interesan por aprender lo que no saben. Espacio Escénico El Huerto, que capitanea la coreógrafa y bailarina asturiana Estrella García, no ceja en su empeño desde hace más de veinte años, y lo hace, además, desde muchos ámbitos. Tanto es así que su actividad, la puramente creativa y de impulso a jóvenes creadores asturianos, se ve enriquecida desde siempre con la divulgación y difusión de la danza contemporánea y de la danza-teatro en particular, desde un punto de vista más intelectual, aunque no por eso deba resultar menos cercano o más aburrido. Lo que en este artículo se quiere intentar relatar pretende lo contrario. Explicar qué y cómo, argumentar la danza, no solo desde su ángulo más físico y/o académico, sino también como algo que tiene voz, palabra e historia; uno de los objetivos de este pequeño gran reducto.

Así que el primer domingo de junio la sala gijonesa se vistió de gala, en sesión matinal, para presentar el libro 10 mujeres que pusieron a bailar al mundo (2023), a través de la danza más revolucionaria e histórica, que albergó y acunó el siglo XX (de momento, no se ha dado para la danza otra revolución igual). Verdadero tiempo en femenino singular para eso denominado danza contemporánea, que nació por entonces para la historia de este arte. Muchos nombres, muchas referencias y, sobre todo, mucha revolución. El libro, objeto de libre uso, y esto debe entenderse tal cual, es una agilísima (y sencilla) mirada al legado de diez mujeres que irrumpieron en la cultura y el arte de la danza en un tiempo, para todo lo femenino y su voz, más difícil (aún) que este. Una publicación que formula propuestas para conocer bailando qué hacía y cómo lo hacía cada una de estas mujeres en su tiempo y territorio.

10 mujeres que pusieron a bailar al mundo está escrito por la periodista especializada en danza Mercedes L. Caballero, ilustrado por Bea Aparicio y editado por la iniciativa vasca Espacio Punto de Fuga. La presentación en Asturias de esta pequeña joya estuvo apadrinada por Miguel Quiroga y Estrella García, responsables de Espacio Escénico El Huerto, reducto (y amparo) de la mejor danza contemporánea, performance y danza teatro que puede verse durante todo el año en el Principado. Un espacio que no por chiquito es menos grande en la defensa de lo alternativo, sin obedecer a modas ni a ciclos. No en vano Estrella García es un exponente de creación coreográfica contemporánea desde hace décadas a través de Zig-Zag Danza.

Presentación del libro

 

Jemima Cano, en representación de Doos Colectivo, y Eider Zaballa, responsable de Comunicación, se encargaron de poner marco a la parte productiva y más formal de la presentación. Padres, madres, niños y niñas tuvieron ocasión de comprobar cómo la teoría se puede volver práctica, y cómo la vida en danza de diez mujeres hace entender eso del bailar contemporáneo como algo que, siendo distinto al ballet clásico (lo que comúnmente se conoce: tutú y zapatillas de punta), también se piensa y sale del cuerpo como expresión de pensamiento y emoción.

Es obligado hacer hincapié en esta idea, precisamente ahora que cualquier cosa cabe dentro del nicho de la danza contemporánea; pues bailar contemporáneo es pensamiento, idea bailada de la actualidad desde y para la actualidad. “Esa es la cuestión: esas otras formas de bailar”, decía después Estrella García, ya en el aula de ensayo de su casa. Tanto es así que hablar de Isadora Duncan, Martha Graham, Mery Wigman, Pina Bausch, Trisha Brown, Carolyn Carlson, Natsu Nakajima, Germaine Acogny, Robyn Orlin y Anne Teresa de Keersmaeker, casi casi se convierte en un acto de fe y de caridad, entendida aquí la caridad en su significado más primitivo: generosidad. Y eso es lo que hicieron las anfitrionas del acto: dar una suave y sencilla pincelada sobre la vida y obra de estas mujeres que hicieron cosas tales como: bailar descalza y libre (Duncan), mostrar el pecho y enseñar la pelvis (Graham), defender la expresión de una emoción (Wigman), defender los sentimientos (Bausch), bailar fuera de escena (Brown), defender la danza butoh o danza natalicia (Nakajima), defender el buen magisterio (Acogny), defender la naturaleza y la actualidad (Orlin), defender la filosofía, las creencias y la poesía (Carlson), y defender la poesía y las matemáticas (Keersmaeker). Todo eso se vio.

Las ilustraciones del libro corren a cargo de Bea Aparicio, para quien tener referentes sobre danza, historia y mujer ha sido una experiencia que le ha permitido acercarse a un mundo que no conocía. Cada sección del libro está ilustrada con un retrato de la coreógrafa a la que está dedicada, a la que sigue una mini biografía y una propuesta o ejercicio para llevar a la práctica, en casa, la esencia del ideario de esa creadora: Duncan, Graham, Bausch… Es tan ilustrativo como enternecedor; y pudiendo parecer una publicación infantil, es mucho más.

Ilustración interior del libro

 

Jemima Cano explicó que el libro “nace con vocación de continuidad”; así, el segundo volumen de la serie consistiría en una selección de danzantes españolas, tarea que parece fácil pero que desde aquí se nos antoja bien difícil, entre otras cosas porque fondo de armario documental que sea bueno y con perspectiva no hay mucho, ese que ayuda a elegir con criterio, mientras se piensa en algo sencillo. Suma complejidad. Pero la idea es estupenda.

Todos sabemos, más o menos, algo sobre El lago de los cisnes, pero ¿cuántos saben quiénes fueron Anne Teresa de Keersmaeker, Natsu Nakajima o Robyn Orlin? En general, eso que se llama público generalista lo sabe todo del fútbol y de la futbolística, pero ¿cuántos saben quién fue inspiradora y gran amiga de Valle-Inclán, Pío Baroja o Ramón Gómez de la Serna? Pues una de esas grandes olvidadas, Carmen Tórtola Valencia, una de las primeras mujeres que pudo vivir de la danza, y era además culta, bilingüe y completamente libre; la artista que generó el primer interés en el extranjero, a comienzos del XX, sobre lo que se conoce como acervo español, y al que aún hoy se le adeudan muchas cosas. La verdad es que hay cuestiones que siguen sin tener explicación: la información sobre danza queda muy mona, y el bailarín o el coreógrafo ven expuesto su narcisismo en el mejor –pero también en el peor–  sentido de la palabra en internet; pero hablar de danza, y tratar a la danza en serio, es otra historia. Además, se da por hecho que ese proceder está bien, y que no tiene importancia, o que al menos tiene un pase. Ha quedado instaurado que la danza, siendo un arte mayor, puede ser tratado como un arte menor enjaulándolo en la dispersión, educativa, informativa y pedagógica de cualquier manera.

A bailar

La responsable de Comunicación del proyecto, Eider Zaballa, se encargó de conducir el área práctica en el aula y en la sala de ensayo. Padres e hijos pusieron a prueba su timidez y vergüenza intentado acometer la práctica bajo las consignas demandadas por los “espíritus” de Duncan, Graham o Keersmaeker, y verse a sí mismos de otra manera. Así se bailó con pañuelos, se hicieron contorsiones en el suelo o se emplearon las matemáticas para contar secuencias y pasos. Y resultó tierno, lleno de tacto cordial: la amistad del cuerpo. La armonía, el buen rollo de los cuerpos, la desinhibición, la plática en silencio, pero, sobre todo, la experiencia hicieron ver a un grupo humano de muy distintas edades lo que significa pensar qué y cómo hay que moverse con música para expresarse corporalmente. Y eso, ya de por sí, es el descubrimiento: las personas somos seres bailantes. Ni más ni menos. Y en la danza nos entendemos.

 

La danza, entendida en uno de sus layouts como acto de celebración (Nietzsche y Paul Valéry bien que lo explicaron), nació del asentamiento del hombre, siendo todavía homínido, en un lugar fijo para formar (aun sin fundar) sitio de comunidad; y con ello nació cierta idea de rutina y de ciclo estacional, en el que desde su mismo origen la protección frente a los depredadores y a las inclemencias del clima, unida a la defensa de la especie, eran objetivos tan supremos como primordiales.

Así que, hilando un poco, lo que crearon para la Historia de la danza estas mujeres tiene mucho que ver con aquello tan primero y tan primario de celebrar la vida en libertad, sin ataduras ni miedos; y, por extensión, de celebrar el rito de vivir como tal: rito por sí mismo en sí mismo: o sea, una idea de estar en arte tan genuina como limpia (y en la que, por ende, no se sabía que estaba). Así, por ejemplo, las incursiones y “representaciones” (improvisadas o no) que se ofrecieron en plena naturaleza o en jardines palaciegos o grandes mansiones fueron constantes que se dieron a principios del siglo XX a uno y otro lado del charco, si bien de muy distinto sesgo y manera, y también con connotaciones artísticas distintas; pero qué duda cabe que algo las unía: un honesto aire de ruptura. El detalle de aquellas incursiones en esas reuniones (artísticas e intelectuales) es material de gran importancia historiográfica, entre otras cosas porque lo fue para una parte de la fundamentación ideológica de lo femenino de lo feminista; una idea que podría decirse que ahora, además de esquilmada, no tendría peso alguno; y no solo por los más de cien años que median entre ambas épocas, sino por la polarización en la que vivimos, a la intemperie, en medio de una rampante mediocridad que se velocita y se estimula a diario, que impulsa, como nunca, el consumo y el ocio disfrazado de producto artístico.

Así que, volviendo al principio, sentir curiosidad por aprender lo que no se sabe, conocer otra forma de pasar la mañana de un domingo, y saber que todavía hay dónde reconocerse en libros de finísimo papel reciclado sobre historia de la danza, no reduce el espacio ni el tiempo, sino que los amplia; un lugar convertido en sitio donde los cuerpos dejan de juzgarse y aprenden en familia el disfrute de bailar.

Desde aquí se nos antoja importante.

Dedicatoria: Para Julia, por su recuperación. Por nuestra incursión en la danza, los ballets y el deporte. 

Ficha editorial:
10 mujeres que pusieron a bailar al mundo, 2023
Textos: Mercedes L. Caballero
Ilustraciones: Bea Aparicio
Maquetación: Janire Orduna
Editor: Espacio Punto de Fuga
Proyecto: Espacio Punto de Fuga y Doos Colectivo
Comunicación: Eider Zaballa

Yolanda Vázquez es periodista especializada en danza
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