Sergio G. Sánchez durante la visita guiada al Museo de Bellas Artes de Asturias / FOTO: SACO

Con motivo de la celebración (clap clap) de la cuarta edición de la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo, SACO, y como parte de la programación de la sección laMesta, el pasado miércoles 21 un grupo de aficionados al cine o a algo, curiosos y tres menores muy excitadas ante la presencia de un guía excepcional, el guionista y director Sergio G. Sánchez, se dejaron llevar durante una hora por las salas del Museo de Bellas Artes de Asturias mientras el cineasta recordaba visitas y hechos.

Tras atender a lo medios y escuchar los parabienes de las autoridades, la comitiva de acólitos de Sergio siguió los pasos del guía ocasional, que parecía no encontrarse en absoluto incómodo. Primera estación: todos delante de un retablo (arte sacro); comienzo piadoso acordándose de las salas de cine, otro tipo de desaparecidos. Recordó la existencia de 22 salas en la ciudad y la perversa relación entre la proliferación de mini-pantallas y la desaparición de las otras. Cada vez menos pantallas grandes. Para Sergio, un retablo es una novela gráfica primitiva que explica hechos y situaciones en un marco físico. Habló sobre la necesidad de recordar lo visto, cuando era más joven, ante la incapacidad de volver a verlo, fuera por falta de aparatos (reproductores y grabadores de vídeo) u otras razones. Las bandas sonoras ayudan a fijar recuerdos, y gracias a esa ensoñación, la carencia se anula o mitiga. El arte está unido a la narración, decía, mientras las adolescentes ni veían el retablo ni la obra de Mangado.

Siguiente parada: Sorolla. Niños corriendo por la playa, arena, agua, luz… Todo muy valenciano y muy luminoso, y algún niño muerto ahogado en La Albufera por Vicente Blasco Ibáñez. Sergio sabe que la arpillera da para mucho; para hacer sacos, envolver a un recién nacido y ahogarlo en un cañizal o para idear una máscara/pasamontañas y que otro menor pueda dar sustos y acojonar al personal. Gracias a Sorolla y la capacidad de asociación de imágenes, recordó el pase de la película francesa Petit Paysan (programada por SACO en esta edición), dirigida por Hubert Charuel y protagonizada por muchas vacas.

El grupo realiza paradas y atiende al guía, quien sin necesitar nunca alzar la voz continúa con su relato. Ayudó la educación de los asistentes. También habló de los diálogos íntimos entre obra de arte y espectador, sobre la relación que existe entre el emisor y el receptor (creador y público), sobre las coincidencias o no entre los grandes formatos pictóricos y los estándares de lentes y formatos de grabación en el mundo del cine, etc.

Quedó claro que para el guía lo mejor es reconocerse en una narración, sea película, cuadro u otro medio para intentar vampirizar esa obra y hacerla en parte nuestra, y que cualquier elemento puede tener un fin narrativo.

Delante de la obra «Después de una huelga», del pintor José Uría y Uría, se colaron dos invitados más al museo: el hijo del demonio y Roman Polanski. Puede que entraran junto a nosotros, pero delante de esa obra se manifestaron a través de Sergio. Algo que quedó muy claro, es que al guía le gustan los cuadros grandes, muy grandes.

Luis Menéndez Pidal, Eusebio Pérez de Valluerca, Ventura Álvarez Sala y Vaquero Palacios también ayudaron a Sergio en la visita, aunque hay que decir que Vaquero Palacios pudo entrar en el museo gracias a una pantalla pequeña. Tres tradicionalistas tirando a aburridos y un representante de la modernidad (aún), que de aburrido no tiene nada. Creemos que le hubiera gustado seguir un rato más arrastrándonos de una sala a otra, pero también creemos que agradeció la finalización del acto. A Sergio le gusta más escribir y ver que hablar.

Según Lévi- Strauss, la función primaria de la comunicación escrita es la de facilitar la esclavitud; «el empleo de la escritura con fines desinteresados para la obtener de ella satisfacciones intelectuales y estéticas es un resultado secundario, y más aún cuando no se reduce a un medio para reforzar, justificar o disimular el otro». Sergio lo sabe.

Al salir del museo me acordé de un libro de Erich Scheuman, «Los Papalagi». En él, y sirviéndose de la supuesta existencia de un jefe samoano, Tuiavii de Tiavea, describe la civilización occidental a sus conciudadanos con motivo de una visita a Europa antes de la Primera Guerra Mundial. En uno de sus discursos hace referencia a los cines como los «locales pseudovidas», y describe uno como una choza grande, muy grande, enorme, donde todo está muy oscuro, y en donde nosotros, los papalagi, caminamos de puntillas para no hacer ruido hasta llegar a nuestro asiento; igual que en la actualidad. Su definición de una película es así de poética: «Es como la luna reflejándose en la laguna. Podéis ver la luna, pero en realidad no está allí». Sergio dejó a todo el mundo satisfecho y abandonó el edificio muy bien acompañado: no, no se marchó con las menores; lo hizo acompañado de dos mujeres de mediana edad muy interesantes.

Sergio G. Sánchez durante la visita guiada al Museo de Bellas Artes de Asturias / FOTO: SACO

 

Assaf Iglesias es artista y colaborador de LaEscena
assafiglesias.com