Vista general del festival / FOTO: VITI AMIEVA + JULIÁN RUS

Ya tocaba. Después de dos extraños y eternos años, la música volvió a sonar sin necesidad de mascarilla en el Festival Vetusta Suena. En el recuerdo quedaba la edición del año pasado, en la que el equipo que saca adelante el VESU se la jugó programando un evento con todas las medidas de seguridad, incluyendo la imposibilidad de moverse.

Así que tomando el título de la canción de Los Planetas, la nueva normalidad hizo que el público agotara las entradas y, emulando a Rutger Hauer, viera en la Fábrica de Armas cosas que no creeríais, luces de colores desde la nave de máquinas, globos iluminando el cielo ovetense y rayos y truenos. Unos momentos que no se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia que cayó sábado y domingo.

ACTO I. TU NUEVO GRUPO FAVORITO

La primera jornada del VESU se convirtió en un hermanamiento entre rock psicodélico sobre melodías pegadizas y postpunk, desde la puesta de sol a una agradable noche. Los tres grupos incluidos en el cartel tenían muchas cosas en común, entre otras, tocar juntos desde su paso por el Instituto.

The Shivas dieron el pistoletazo de salida del viernes a las 20.30, con una puntualidad que se repitió durante las tres jornadas. Los cuatro amigos de Portland llegaron a Oviedo para presentar “Feels So Good // Feels So Bad” su quinto álbum de estudio que ha supuesto una desaceleración en sus ritmos. Por eso defendieron un set más relajado que el material surf-rock más optimista de su pasado.

Su propuesta 2022 ofreció un sonido reverberado, viajando en el tiempo, gracias al trabajo de guitarra de Jared Molyneux, que supo ser brillante o tímido en los momentos adecuados, irrumpiendo en solos de guitarra que poseen un ritmo de finales de los 60. Y claro, Kristin Leonard en la batería durante la primera parte y como voz principal durante la segunda, con un tono hibrido entre el clasicismo de Patsy Cline y la vaporosidad de Mazzy Star. Todo un cóctel sonoro que bien podría encajar en alguna escena rodada por Tarantino. Correctos.

“Es tu nuevo grupo favorito, quien diga lo contrario miente”. Una autodefinición que Carolina Durante defiende como nadie en directo, demostrando que su carrera, a pesar del parón Covid, avanza a ritmo trepidante ofreciendo píldoras punk-pop de tres minutos. Diego Ibáñez a la voz y textos, Martín Vallhonrat al bajo, Mario Del Valle a la guitarra y Juan Pedrayes a la batería siguen con su habitual dosis de descreimiento e ironía, pero han madurado. Desde su eléctrico chispazo en el Prestoso 2018, los “Cuatro chavales” se han profesionalizado y son mejores en lo que ya hacían, canciones sin artificios, que sonaron directas, potentes y descarnadas en la Fábrica de Armas.

Las primeras filas se llenaron de gente entre 20 y 25 años que no pararon de botar y saltar emulando los pasos de Diego hasta que su pierna crujió. Un mal paso hizo que su tobillo quedara tocado, lo que no impidió que siguiera cantando y bailando a la pata coja. Sin duda, un ejemplo de pundonor a recordar durante mucho tiempo, porque la apisonadora pop punk no dejó de funcionar. Y así fueron cayendo, uno a uno, los temazos que ya forman parte de nuestra banda sonora de los últimos cinco años, desde “Perdona” a “Joder no sé”, pasando por “Las canciones de Juanita”, “Yo soy el problema” o Tu nuevo grupo favorito”. A destacar la actualización de la letra de su canción bandera que algún seguidor lucía en su camiseta, en Oviedo se oyó alto y claro “Todos mis amigos se llaman Cayetano; ahora votan a VOX, antes a Ciudadanos”.

Y si Carolina Durante sigue siendo jóvenes, todavía lo son más Shame, una banda británica de post-punk oscuro, rabioso y enérgico. Las tres primeras canciones fueron un huracán de sensaciones en las que destacó Josh Finerty, bajista de la banda, que no paró de recorrer el escenario de lado a lado entre saltos y volteretas sobre el suelo. La sensación de caos parecía apoderarse del escenario, pero era justo lo contario, la banda fue capaz de crear cohesión a partir de intrincadas melodías de guitarra o rellenos de batería que de otro modo se sentirían fuera de lugar por sí solos. Ese comienzo abrasador continuó a través de la intensidad abrumadora de “6/1”, en la que Charlie Steen gritó estridentemente justo antes de quitarse la camisa y balancearse sobre el soporte del micrófono. “Dust On Trial” casi llevaba a la asfixia y “One Rizla”, probablemente su mejor canción, resultó genuinamente emocionante, con su riff repicando en el patio de la Fábrica. Un solo pero en su actuación, el downtempo de su cantante, que oteaba el borde del escenario con la intención de lanzarse al público, como hizo en el mes de mayo en Tomavistas, pero que no llegó a ejecutar.

Al final, dejaron una agradable sensación, la de escuchar a un grupo de adolescentes del sur de Londres que se está convirtiendo en una banda con estatus de culto. Así que no se equivoquen, a pesar de la etiqueta post-punk que se les atribuye, esto no es más que rock, nada menos que rock.


ACTO II. HIMNO GENERACIONAL

En el segundo día se produjo un alineamiento entre el indie, el flamenco, la psicodelia, el trap, el bedroom y la pasión por los ochenta.

“No será peor de lo que era, no será peor, seguro que es mejor”. Lo decían Los Planetas en el año 1996 y lo han confirmado en 2022. Indiscutibles cabezas de cartel, volvieron a Oviedo con la excusa de presentar ”Las canciones del agua”, el disco más reciente en su dilatada trayectoria de treinta años en la música. Por las referencias previas, se esperaba un concierto básicamente eléctrico, sin abandonar las texturas atmosféricas que han definido a la banda granadina. Y lo hicieron tal cual, arrancando con “Segundo premio”, demostrando que es una de las mejores canciones que ha salido de su factoría granadina.

Desde ese mismo instante quedó patente la fuerza que impulsan Erick y Florent, a la batería y guitarra y Jota como maestro, acompañado de unos grandes auriculares que no abandonó en todo el set, con la supuesta intención de no recibir contaminación acústica. Y como si se hubiera congelado el tiempo, Jota sigue fumando sin parar en el escenario. A partir de ahí, llegó la montaña rusa de clásicos que solo paró para incluir dos temas de “Las canciones del agua” entre las que “El negacionista” fue lo más parecido a un hit. Una tras otra fueron cayendo “David y Claudia”, “Un buen día” o “Santos que yo te pinté” que convirtió la plaza de la Fábrica en un karaoke global.

Parecía que la banda estaba disfrutando del concierto, porque lo alargaron hasta más de noventa minutos. Un rápido respiro y un bis para iniciados, recurriendo de nuevo al flamenco y la psicodelia. Al final casi dos horas de “himnos generacionales” y de “corrientes circulares en el tiempo”.

Y de generación a generación. Es probable que “Autoestima” sea ya el himno de la joven generación, que cantó desde el comienzo todas las estrofas de la canción que Cupido incluyó en su primer disco “Préstame un sentimiento”. La banda, como los combos de Marvel, está compuesta por todos los miembros de Solo Astra y el barcelonés Pimp Flaco. Y aterrizaron en Oviedo para presentar “Sobredosis de amor”, su segundo disco en el mercado. Y con todo lo que supone una sobredosis, invitaron al público a un viaje en el que reflejaron sueños y pesadillas emocionales, entre lo profundo y lo efímero.

Se nota que, a pesar del parón pandémico, el engranaje entre el trap y el bedroom funciona a la perfección y se agradece en directo. Mucho flow y control de autotune,  confirmando que la cosa funciona en temas como Milhouse”, U Know” o “Todas menos tú”. Pero no todo fueron momentos saltarines, la compactada banda entregó calma y emoción con “La pared” a la siguió otra vez la danza como en “Un cabrón con suerte” una de las canciones más acertadas y coreadas entre el público. Y es que Cupido ha encontrado la varita mágica para sacar canciones pegadizas, verdaderos hits en los que las voces y las armonías derivan a un sonido cada vez más orgánico y sencillo. El irremediable final llegó con “No sabes mentir” y las gana de seguir disfrutando de su apuesta por el amor.

La jornada había arrancado con “El último vecino”, la banda que lidera Gerard Alegre, que presentaba los temas de su último disco “Juro y prometo”. No ocultaron su pasión por el sonido tecno-pop, influenciado al cien por cien por grupos de los años ochenta y lo hicieron con un directo que defendieron contra viento y orbayu, lo que terminó lastrando el set, que terminó resultando un tanto repetitivo. No obstante destacaron interesantes momentos como cuando interpretaron “Antes de conocerme”, “Tu Casa Nueva” o “Culebra, Columna y Estatua”.


ACTO III. ME GUSTAN LAS CHICAS

La sesión vermú del domingo estuvo copada por propuestas de chicas, desde las melodías pop al punk, `pasando por un claro homenaje a los sonidos de los noventa.

Fue acertada la propuesta de arrancar con Cariño, para animar al personal a poner buena cara ante el anunciado diluvio que iba a llegar más temprano que tarde. Desde el primer momento, María Talaverano, Paola Rivero y Alicia Ros ofrecieron un vendaval de melodías pop que no puedes sacarte de la cabeza, sumando el descaro en las letras y una frescura y una actitud que desde el primer momento enganchó con el público. En el primer momento ya cayó “No me convengo”, reconocida y tarareada al instante. Poco después cantaron su peculiar versión de “Llorando en la limo”, alejada del glamour de C. Tangana para emparentarse con el mundo lo-fi, y sin transición se pusieron “En modo avión” jugueteando con un tono rebelde, tan propio de nuestros días.

El set continuó con las referencias a Tinder que se cuelan en “Excusas” y en la locura adrenalínica de “Tamagochi”. Desde ese momento, el ritmo se aceleró más todavía, a la vez que la acidez y sarcasmo de sus letras. Por eso reivindicaron el amor por las chicas en su hit “Bisexual” y en “Soy una perra”.  Cuando cantaron “voy a triunfar para sonar en la radio para que así me tengas que escuchar” dijeron que iba dedicada a su productor, pero en el fondo todo el público lo asumió como algo personal. Es lo que tiene una “canción de pop de amor”.

Maite, Raquel, Irene y Aroa son Shego, pero llegaron a Oviedo en formato trío, por la enfermedad de su batería. Tomaron el testigo de Cariño con ganas y desde la primera canción defendieron que son “la parte dulce del punk” y que les gusta navegar en bastantes géneros para llevarlos a su terreno. A pesar del desapacible tiempo, se notó que estaban disfrutando del concierto, con una clara conexión entre las tres, lo que produjo, además, una clara empatía con el público, que seguía resistiendo a la persistente lluvia.

Su set estuvo repleto de momentos furiosos y divertidos, en los que pasaron del punk al lo-fi, con parada en el pop y en sonidos más electrónicos. Una a una fueron cayendo “Oh boi”, “La Kiero a morir” o “La nueva ola”. Y repartieron estopa a todos los “Vicente Amor”, esa tropa machista que no estaba invitada a la fiesta.

La sesión y el Festival terminaron con el concierto de Yawners, el proyecto de la guitarrista y compositora madrileña Elena Nieto, que exploró el lado pop del enérgico sonido de los 90, con los rayos y truenos que caían sobre Oviedo como una parte más de su banda.


Jose Antonio Vega
 es colaborador de laEscena
@joseanvega64